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EDITORIAL

La innegable apuesta de Zapatero por León

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León

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La supresión del paso a nivel del Crucero, además de suponer un hito histórico que muy pocos soñaron con ver culminado, es un espaldarazo al futuro de una ciudad que ha visto ligado su desarrollo al ferrocaril en la misma proporción que el ferrocarril ha contribuido a engendrar desequilibrios que han cercenado la vocación vitalista y la plenitud urbana de León. Eso ya es pasado. Lo es gracias al derribo del muro ferroviario del Crucero y lo será con la inminente integración de Feve como un agente dinamizador y no como un elemento estrangulador.

León ha sabido reconvertir un lastre en un aliciente de innegable desarrollo. León no será el mismo. El final de un túnel centenario alumbra la transformación más ambiciosa que jamás haya afrontado la capital de nuestra provincia.

Sería ingrato e injusto negar la implicación y el empeño directo del principal ausente en los actos de ayer, un Zapatero al que la crisis libia impidió asistir al evento al que sin duda más le hubiera gustado acudir en León desde que empuña las riendas del Gobierno. La implicación de Zapatero con León, más allá de matices circunstanciales, es innegable. El logro de ayer, constatado por los testimonios emocionados de cientos de ciudadanos, certifica la determinación del presidente del Gobierno hacia su ciudad. Nadie puede albergar ninguna duda de que la integración de Feve y la supresión del paso ferroviario del Crucero son dos acciones que hoy todavía serían fuente de debate si el inqulino de La Moncloa no fuera un leonés. La inyección económica que convierte a León en la cuarta provincia en inversión ferroviaria certifica con contundencia la apuesta de Zapatero por transformar a golpe de invesiones la provincia leonesa.

No es el momento de gimotear y lamentarse por alguna promesa incumplida o atascada, que también las hay. Es el momento de desplegar la honestidad para reconocer que tras el acontecimiento histórico vivido ayer está el espíritu y la determinación de un político leonés justo en el momento en que atraviesa su etapa más agria como político. Igual que detrás está el empuje del alcalde leonés, Francisco Fernández, que durante años ha dedicado su empeño en convencer a sus compañeros en el Gobierno central de la necesidad de afrontar unas multimillonarias inversiones que desembocan en un océano de nuevas posibilidades.

El AVE está a la vuelta de la esquina. No hay motivo para dudar del compromiso de su llegada en el 2012 tal y como reafirmó ayer el ministro de Fomento. Sin duda será otro espaldarazo gigante para una tierra necesitada de autoestima y sobrada de complejos. León embarcará en el selecto grupo de ciudades cosidas por un medio de transporte que innegablemente se aferra con fortaleza a la generación de oportunidades. El tren siempre ha sido uno de los indicadores mundiales del desarrollo. El AVE también lo será en los próximos años, en una España a la que el latigazo de la crisis imprimirá un frenazo duro y contundente. Gracias a las inversiones de estos años, León se habrá salvado de esa marginación que se avecina para muchos territorios en materia ferroviaria.

León emprende unos cambios que se sustentan en el esfuerzo, el compromiso, la tenacidad y la voluntad de políticos con nombres y apellidos. Sería de indolentes negarlo. León no será el mismo sin el paso del Crucero. Pero el brillo de ese horizonte dependerá en gran medida de que los leoneses sean conscientes de que si se ha podido derribar el muro del Crucero hay barreras, como la del victimismo, que tienen que empezar a desmoronarse. Su supresión es especialmente necesaria en tiempos inciertos como los que azotan a nuestra provincia. La misma audacia y ambición empleadas para integrar el ferrocarril son imprescindibles para trazar un horizonte de vía segura.

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