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Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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Amanece la semana con el buen sentir de la hora de apagón eléctrico que dejó edificios tan simbólicos de la capital como San Marcos, San Isidoro y la Catedral a oscuras en señal de solidaridad con el Planeta. En total, según cifras de los organizadores, fueron unas cuatro mil las urbes mundiales que siguieron su iniciativa, destinada a concienciar de los riesgos que para la Tierra tiene nuestra forma actual de vivir. De hecho, si contemplásemos Gaia desde la lejanía, consideraríamos que la especie humana es el verdadero cáncer de nuestro Planeta. Si desapareciésemos, el ecosistema no nos echaría de menos, antes bien respiraría un poco más tranquilo.

Achacan lo que nos sucede al cambio climático. No al agujero de la capa de ozono, sino a algo más profundo que lleva consigo una forma de vida desarraigada de lo natural y víctima de la industrialización brutal. Quieren que sigamos el Protocolo de Kyoto, pero China y otras naciones del continente asiático, amén de los Estados Unidos de América y algún otro coleguita desaprensivo, contaminan ellos solos más que el resto de los humanos juntos. De poco sirve que apaguemos una hora las luces si la emisión de los gases contaminantes de la industria del gigante amarillo sigue machacando los cielos. De nada, si desastres como el del Golfo de México no se evitan ya en el presente, ya en el futuro. Vázquez Figueroa, escritor excelente y científico brillante, explicaba hace unos meses que la solución a este desgarro medioambiental hubiera tenido pronta resolución si se hubiese querido solventar. Pero no queremos porque en el fondo a las multinacionales, como a los antiguos señores feudales, les importa un soberano pito lo que piense, sufra, opine o se queje el pueblo. Porque, como explicaba a quien quisiera oírle un «docto e insigne» leonés, que tuvo gran mando en plaza intelectual de primera, en el mundo existen dos tipos de personas: los que ganan dinero y los que trabajan. Clases sociales que nunca, bajo ningún concepto, deben mezclarse. Eso es una máxima y lo demás, leches. A él no le ha ido mal, al resto-¦pues según el reglamento vigente.

Como símbolo es mono eso de imaginarnos cual velitas iluminando con nuestros corazones el alma de una tierra que agoniza, pero seamos sinceros: hasta que no tiemblen las estructuras del actual sistema económico, todo quedará en un bonito aderezo a la adversidad. Mañana, es más, ni siquiera recordaremos qué era eso. Bueno, las eléctricas sí que se acordarán de toda la familia de la panda de capullos que organizaron el apagón y les quitaron la ganancia. Ellos sí que rememorarán esta hora, la del Planeta. En cualquier caso, se trata de un meritorio grito de los corderos en el silencio de los poderosos.

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