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Publicado por
cayetano gonzález
León

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P or si no fueran suficientemente graves los datos y hechos concretos que se han ido conociendo en estos días y que ponen de manifiesto lo que muchos ciudadanos intuíamos: que el Gobierno de Zapatero negoció políticamente con ETA durante el mal llamado «proceso de paz», el Vicepresidente Primero del Gobierno y el Ministro del Interior ha añadido a esta situación un elemento especialmente repugnante.

En el Congreso de los Diputados, es decir, en la sede de la soberanía nacional, Rubalcaba sacó pecho el pasado martes y afirmó «sentirse orgulloso» de lo que había hecho el Gobierno durante ese mal llamado «proceso de paz». El ministro del Interior intentó limitar ese orgullo a lo que el denominó medidas «reversibles» y a que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado no bajaron la guardia en ningún momento durante aquella tregua.

Pero claro, Rubalcaba -que debe considerar que el es muy listo y el resto de los españoles muy tontos- no dijo nada sobre la catarata de datos, cada cual más grave, que se han ido conociendo estos días sobre aquella ominosa negociación política que el Gobierno del PSOE llevó a cabo con ETA. Por lo tanto, hay que pensar que el ministro también se siente muy orgulloso que el ejecutivo del que formaba parte siguiera negociando con ETA incluso después de que la banda terrorista asesinara a dos ciudadanos ecuatorianos en el atentado de la T-4 de Barajas. Y que en una reunión celebrada cinco meses después de dicho atentado, los enviados de Zapatero les aseguraran a los etarras que «el acuerdo político es posible».

También debe de encontrarse muy «orgulloso» Rubalcaba de que los enviados de Zapatero les dijeran a los miembros de ETA que el ministro del Interior tenía escondidas en su cajón cartas de extorsión enviadas por la banda terrorista a empresarios vascos y navarros, pero que iba a negar -como así se hizo- su existencia para no dificultar el «proceso». O que los mismos enviados reconocieran que se habían dado instrucciones a la Guardia Civil, al Cuerpo Nacional de Policía, a la Ertzantza y a la Policía francesa para que no llevaran a cabo detenciones, pero que era un asunto muy delicado, porque esas órdenes no se podían poner por escrito.

No sé de qué más cosas se puede sentir «orgulloso» Rubalcaba, pero en medio del lodazal en el que está metido el y su jefe Zapatero, debe de saber que los españoles de bien de quien si se sienten muy orgullosos es de todas y de cada una de las 858 víctimas causadas por ETA en sus cincuenta años de macabra existencia. Y es por la Memoria, por la Dignidad y por la Justicia de las víctimas, por lo que tanto este Ministro del Interior como su superior jerárquico, ante la gravedad de los hechos conocidos, deberían, como mínimo, estar ya en su casa.