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Publicado por
isaías lafuente
León

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T odo contacto entre un gobierno legítimo y una banda terrorista se inicia con una anomalía de envergadura. Al otro lado de la mesa se sientan asesinos buscados por la justicia y la policía que deberían ser detenidos; sin embargo, se charla con ellos y se les deja volver a la guarida para que sigan con sus cosas. Por eso tan espinoso proceso sólo se admite en democracia en nombre de un bien mayor, el de lograr la paz, y su escrutinio, con luz y taquígrafos, debería producirse sobre los potenciales acuerdos y no sobre las conversaciones que los propiciaron, algo que nunca hemos podido hacer porque hasta ahora todos se han frustrado.

Las actas de ETA sobre las reuniones mantenidas con emisarios del gobierno socialista en la última tregua están alimentando un agrio enfrentamiento entre el PP y el ejecutivo. Para el partido de Rajoy el documento tiene valor notarial y el gobierno debe explicarse, aunque antes de recibir cualquier explicación ya sentenció que Zapatero se había situado fuera de la ley y había colaborado políticamente con ETA. Ni más ni menos. Para el ministro Rubalcaba las actas, pura bazofia, tergiversan la realidad de lo que sucedió en las conversaciones. También los negociadores y los miembros de la Guardia Civil y de la policía francesa y española han negado ante el juez que recibieran ninguna instrucción política para, por ejemplo, frenar las detenciones de etarras. Ahora sólo queda saber de quién nos fiamos, pero yo entre Thierry y Rubalcaba, entre ETA y el gobierno, no tengo de momento la más mínima duda. Como no la tengo de que la justicia llegará hasta el final en el caso del presunto chivatazo a la red de extorsión de ETA en el Bar Faisán.

Resulta perverso analizar las actas de ETA con la técnica del pulcro comentario de texto. ¿Qué quiso decir el gobierno de Aznar a ETA cuando el ex presidente dijo que sabría ser generoso? ¿Qué quiso decir Rajoy en su día cuando presentó el acercamiento de etarras al País Vasco como un gesto de su gobierno? ¿A dónde querían ir a parar los emisarios de aquel gobierno cuando dijeron a ETA que no iban a su derrota o que la Constitución no era inamovible? Nadie se puso entonces a hacer desviadas interpretaciones porque se confiaba en la legitimidad y en la buena voluntad del gobierno en el proceso. Eso es lo que ha cambiado sustancialmente.