Gracia

C iudad con muchas biografías a su venerable espalda, León es un enclave de moldes viejos y cu ño tradicional que refleja, a lo largo y ancho de su exquisita estructura urbana, una forma de vida genuinamente local. Allá por el último tercio del siglo XIX explotó en el mundo la fiebre visual, y fueron muchos los pioneros dedicados a realizar un ejercicio de estilo que pretendía retratar las costumbres, los personajes y hasta los códigos de seducción de un tiempo envuelto en un embrujo muy particular. Fue entonces cuando recaló en la capital el fotógrafo Germán Gracia, patriarca de una dinastía que ocupa un lugar de privilegio dentro del imaginario colectivo leonés. Su hijo, Pepe Gracia, también fue un fotógrafo de mucho postín, además de ser uno de los precursores de la práctica del fútbol en León, acontecimiento del que se cumple el centenario el día de San Juan de este mismo año. Les aconsejo que vayan a ver la exposición que ahora mismo se programa en el Palacio de Don Gutierre sobre la obra de Germán Gracia, inspirado retratista de aquella capital hecha a escala humana y que era casi un patio de vecindad.

Su trabajo destila una suerte de costumbrismo en estado puro que reproduce el paisaje y el paisanaje, configurando una excelente radiografía de la época. El registro incluye bodas de alto copete, juegos florales e incluso esas viejas calles de León que llevan el sello de la eternidad. En definitiva, una preciosa colección de anécdotas fotográficas dispersas entre el polvo y la bruma de un tiempo perdido, que resulta ideal para poner en marcha la maquinaria de la nostalgia. Porque la vida es, en realidad, lo que se recuerda de ella. Y las instantáneas de Germán Gracia reflejan los sen timientos más íntimos de la capital.