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León

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L eón es un debate que no se acaba nunca. Una dialéctica yerma que sirve como juego floral para el enredo, para la eterna disputa del limbo en la que batirse entre foro u oferta. La tradición arraigada en Las Cantaderas y Las Cabezadas. La costumbre con la que a fuerza de cabezazos la ciudad, la provincia, el reino -“que se superponen como un juego de matriuskas montado en sentido inverso- no ha dejado de darse contra muros que, si no existen, siempre cuentan con un ñapa político dispuesto para encomendar a un pinche que, paleta en mano, monte ladrillo sobre ladrillo. Nada más fácil hay en el mundo que buscar razones para entretener la razón. La afición mantiene a esta tierra como referente de la historia universal de la infamia, convertida en un parque temático de lo folclórico, agarrada a una esencia que no sólo apedrean desde las almenas de las torres, sino que se zancadillea dentro de la empalizada para recordar que el foso de los cocodrilos está dentro. En León, Caín no sólo es un pueblo.

La reincidencia en el hábito se renueva con periodicidad y sin distinguir colores políticos. Puede aparecer emboscada, como la escenificación con la que el PP ha hurtado el avance del tranvía, mientras silbaba por el colmillo con el íntimo deseo de que cuando descarrilara el proyecto todos miraran hacia otro lado. O por omisión, como la indolencia con la que el PSOE ha hecho mutis por el foro después de haberse proclamado defensor del polvorín de Cu adros, donde tenía ocasión de mostrar su apuesta por el desarrollo rural; una parodia en la que el socialista Ibán García del Blanco ha quedado como el protagonista de La chaqueta metálica : con la leyenda «Nacido para matar» en el casco y al lado la huella de la paloma que simboliza el pacifismo. Mientras, florecen prodigios. En las oposiciones de la Diputación 16 familiares, afiliados o afines a políticos del PP que han chupado del frasco para sacar un 9,5 en un examen cuyas preguntas no constaban en el temario; y en el Ayuntamiento, entre más de una veintena de aspirantes, sólo supera la prueba para lograr plaza de funcionario la secretaria de un concejal. No pasa nada. La tradición manda más que la genética en un pueblo que se opone a sí mismo como deporte autóctono. Por eso en lucha leonesa vence quien suma dos caídas enteras; y en los bolos leoneses gana siempre quien hace más ahorcaos.