CON VIENTO FRESCO
No llega el cambio
Triunfaron los que quieren salvar los muebles a toda costa. Ni la vieja guardia felipista ni los nuevos compañeros -Nueva Vía, creo que le llaman-, han sido los barones los que han logrado que Rodríguez Zapatero anuncie públicamente que no repetirá como candidato a la presidencia del gobierno. No hay ninguna grandeza en ello, sólo hacer de la necesidad virtud. Las elecciones municipales y autonómicas podían dejar a la intemperie a muchos cargos socialistas si aquél seguía en la ambigüedad calculada, en esa espera desesperada de que la situación económica cambie y poder presentarse de nuevo. La presión ha hecho explotar esos cálculos. No es que los barones en sus feudos autonómicos lo hayan hecho bien, pues han sido los que sostuvieron y no enmendaron la política de su jefe; pero si lograban que Zapatero apareciera, cual chivo expiatorio, como el culpable de todos los males podían conjurar el peligro, y en esas están.
Las cosas no son tan sencillas como pretenden, pues lo que se ha abierto con el anuncio es la caja de los truenos en el seno del partido socialista. Nadie va a respetar el compás de espera hasta después de las elecciones de mayo. La guerra encubierta de los últimos meses saldrá a la luz pública, está saliendo, con partenaires como Rubalcaba y Chacón, y la división entre los barones visualizará aún más la ruina ideológica y política a la que Zapatero y su Nueva Vía condujeron al PSOE. Ninguno de esos grupos supone la menor renovación por lo que representan y lo que realmente han sido en estos años: comparsas de la ruina de España. Sólo una derrota sin paliativos provocará la catarsis necesaria para que se produzca una renovación en las filas socialistas, no sólo una renovación de personas, sin duda necesaria, sino un aggiornamiento de sus postulados ideológicos, en buena manera pervertidos en estos últimos años.
El partido socialista tiene intereses particulares, sobre todo cuando de su triunfo o derrota dependen tantos políticos profesionales, sin otro oficio ni beneficio que éste. Con su renuncia, Zapatero pretende salvaguardarlos, por eso ha hablado tanto del partido en el comité federal. Podría pensarse que libre de las ataduras de unas elecciones generales, el presidente del gobierno va a llevar a cabo, pese a quien pese, las reformas necesarias -y que algunos banqueros le exigen, conminándolo a seguir al frente del gobierno-; pero tengo mis dudas, porque Zapatero nunca ha tenido una visión general de las cosas -nunca ha creido en España, nación discutida y discutible, ni se identifica con ella- sino particular, la de su partido, en el que verdaderamente se reconoce. Por eso, no quiere dimitir y convocar elecciones generales, que es lo que de verdad exigen los ciudadanos y lo que necesita el país. Su anuncio no es, por tanto, el cambio necesario.