AL TRASLUZ
Río revuelto
Escenario: río Burbia o cualquier otro río truchero leonés. Época: dentro de unos años. Rodrí guez Zapatero contempla ensimismado los destellos del agua. Dicen que pescar siempre le ha relajado. De repente, en el anzuelo de su memoria le queda atrapado un recuerdo de los días en que anunció que ya no volvería a presentarse a la reelección, lo observa detenidamente, respira hondo, murmura algo y lo devuelve al río del olvido, pues sólo era el titular con que La Gaceta dio en primera la noticia: «Este individuo por fin se va». Tela marinera. Los hubo con similar inquina, pero ninguna mayor a la expresada por dicho periódico. Sea como sea, quien llegado el momento no sabe terminar una etapa, no fue digno tampoco de empezarla. Él ha sabido. ¿Con las encuestas a su favor hubiera intentado seguir legislando? Quizá.
Cuando a accedió a la presidencia escribimos en esta columna acerca de aquel «recuerda que eres mortal» -memento mori-, que un siervo susurraba cada cierto tiempo al oído de los generales romanos victoriosos, para que no olvidarán que en todo lo concerniente al éxito la distancia entre el ser y no ser es corta, es decir, que eran seres humanos y no dioses. Nuestro paisano ha sabido recordar aquella promesa suya acerca de que no intentaría gobernar más de dos legislaturas. Obviamente, además de la fidelidad a dicho compromiso le han forzado motivos de peso electoral, además de decisiones tomadas en la intimidad familiar. El poder da y quita a quien lo ejerce, seas cabo furriel o emperador. A quien no lo tiene y lo anhela con desmesura, solo le quita. Zapatero irá percibiendo qué le dio y qué le quitó a él. Como dice la protagonista de «Valor de ley»: «En esta vida, nada sale gratis salvo la Gracia».
Mientras, en el río revuelto de la política otros pescadores tratan de obtener ganancias. La condición humana no puede estarse quieta. Hasta que concluya la legislatura, sufrirá decepciones e irá descubriendo con quiénes podrá irse a pescar en los días de secano político. Todo pasa, salvo lo esencial. Y sí, no hay carga ni cargo eternos, llanto o risa que nunca cesen, crisis que no concluya o herida que jamás cicatrice-¦ con el tiempo y una caña.