LA ESPUMA DE LOS DÍAS
Día de los gitanos
Tienen su «día internacional» los gitanos, que es la octava luna de abril, que hace ya cuarenta años que vienen celebrándolo en casi todo el mundo. ¡Sabemos tan poco sobre los gitanos y sus demonios y sus fiestas! Y tienen también su himno y su bandera, los gitanos que duermen junto al río, los gitanos de Armunia, los gitanos del Sil...
Y bajé ayer hasta el poblado gitano del Sil, el sol derramando sus últimas gotas de cobre sobre la tierra calé, bajé a ver cómo se pasaban la vida ahí antes de que la noche nos envolviese a todos... Unos cinco mil gitanos hay viviendo y malviviendo en el reino de León, unos cinco mil y qué leches siguen pidiendo esos gitanos, ay. Los progres intelectuales de izquierdas y de derechas lamentan la explotación y el sufrimiento de las bellas razas oscuras, de los negros, de los sudamericanos, de los arabíes, de los inmigrantes extranjeros, ay, la mala conciencia paya... Pero aquí tenemos la gitanería de siempre, con su romancero y sus zambras; aquí tenemos esa indómita marea de siglos, esa otra raza herrumbrosa que nos delata la vieja hipocresía paya; aquí tenemos todavía a los gitanos en sus reservas, a quienes se les sigue mirando como a pieles-rojas...
Bajé hasta el poblado del Sil, los chavorrillos jugando con los juncos y cantándoles a las aguas, «Gitanos con estudios, gitanos con futuro», y qué más seguirán pidiendo esos gitanos al alba. Creí que con mi simpatía ibérica por ellos y mi pobre literatura bastaría, pero al cruzar su frontera tropecé con los prejuicios de payo y un ligero temblor de piernas estuvo a punto de echarme atrás. Reunidos al principio de la calle estaban, alrededor de una mesa, siete gitanos, brindando quizá por la libertad que les otorgaba el verde crepúsculo cañí. Y les di las buenas tardes, señores, «les pido disculpas por la osadía de entrar en su barrio, y si no les molesta me gustaría charlar un ratillo con ustedes». Bebí el vaso de clarete más fresco y más limpio que he bebido en mi vida. Y el más viejo, el que parecía el tío de la tribu, apoyando la barbilla en su cayado se quedó mirándome con sus negros ojillos egipcios, como quien escruta la dentadura de un caballo en una feria... Hasta que se levantó de la silla y con elegancia de caballero antiguo me preguntó: «¿Y qué es lo que busca usted, si se puede saber?» Con una chispa de vergüenza me atreví a decirle que el viernes era el Día Internacional del Pueblo Gitano, y que si iban a celebrarlo. Y fraguaron entones un silencio hondo, muy raro-¦, se miraron entre ellos... Y al fin el tío, moviendo a un lado y a otro la cabeza, con voz de patriarca bíblico, me despachó dicie ndo: «Nosotros, a lo nuestro».