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Publicado por
MARGARITA TORRES
León

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Fue la reina Isabel II la que creó las Guardias Municipales, germen de la actual Policía Local, hacia mediados del siglo XIX. No surgieron de la nada, sino como herederas de esos alguaciles de tiempos medievales y de los Austrias que guardaban la seguridad en unas calles plenas de hambre, maleantes, pícaros y abusos. Rúas que, gracias a ellos, fueron un poco más transitables.

Desde entonces el camino ha sido largo, difícil en ocasiones, muy duro en otras, gratificante por el trabajo bien hecho siempre, aunque no tan a menudo reconocido. Así somos los españoles, que sólo sacamos pecho cuando algún compadre o vecino, autoridad o del común, consigue premio. Y de eso sabemos mucho los leoneses gracias a nuestra Policía Local, más aún si cabe merced a los buenos oficios del Grupo Paidos, creado en el 2008, y que, en dos años y medio, acumula casi tantos trofeos y notoriedad como el Real Madrid en sus buenos tiempos -"qué quieren, una tiene su corazoncito blanco-", pues aunque no llega a la decena de agentes han conseguido rebajar la delincuencia de menores en un 9% tan sólo en el 2010.

Un año antes, en el 2009, ya saltaron a la Champion League de la Policía, pues recibieron el Premio Derechos de la Infancia por su labor. No han pasado más que unos meses desde que el Grupo Paidos de la Policía Local de León recogió otro nuevo galardón, en esta oportunidad de manos del presidente Herrera: la Medalla de Plata al Mérito Policial «como reconocimiento a su trayectoria profesional en el ámbito de la protección de menores como referente de actuación para la Policía Local de la comunidad». Son tan buenos en su trabajo que la Junta ya estudia cómo implantar el modelo leonés en el resto de la autonomía, y hasta los catalanes consideran la posibilidad de copiarlo para los Mossos.

Pero su labor callada es la que lleva a obtener estos reconocimientos, una actuación que trata de garantizar la seguridad y protección de nuestros hijos, de los jóvenes, en situaciones de riesgo que, por desgracia, a veces comienzan en los mismos colegios y arriban hasta el consumo de sustancias prohibidas en bares y locales de manga ancha en esto de hacer caja, como ha ocurrido con el Maremagnum y el consumo de alcohol por parte de menores que se ha saldado con 15.000 euros del ala y a otra cosa mariposa.

Quizás sus logros deberían provocar nuestra reflexión, pues la policía ha de ser el último escalón en la cadena de vigilancia y control de nuestros chavales. Una tarea que tendría que comenzar en las familias y mantenerse a través de la autoridad del docente hasta la mayoría de edad. Pero esa no es la faena de los Cuerpos de Seguridad, sino de los ciudadanos, padres, madres, profesores y del estado, en último extremo. Un debate, el de la educación, todavía pendiente.