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León

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¿Por qué se destruyó Riaño?

P asados tantos años desde la catástrofe que para el Valle de Riaño fue el ruin y cruel desalojo han ido quedando patentes las grandes contradicciones que se cometen cuando se actúa por la fuerza, sin razón y de espaldas a la realidad.

Han pasado 24 años de aquello, y las miles y miles de hectáreas que se iban a regar y que iban a ser la solución para todo el sur de León y Tierra de Campos siguen esperando en su mayor parte que llegue el agua. El Valle de Riaño fue destruido, la vida, tanto de los habitantes del pueblo, como de los hijos del mismo que ya no vivían allí y la de muchos otros cientos de personas a aquellos lugares vinculados por sangre o corazón tienen desde entonces un antes y un después. Y ¿para qué? Ni se ha frenado la despoblación del sur ni ha aumentado con el pantano el nivel de vida de sus habitantes, entre los que, por cierto, hubo gente que mostró entonces uno de los mayores ejemplos de insolidaridad y miseria humana que he visto en mi vida.

El muro no sólo cerró el camino al agua, también lo hizo a nuestras vidas, nos las desvió por caminos no elegidos, nos cortó raíces y nos lanzó a la deriva. La agresión sufrida nos dejó un poso de rabia, derrota e impotencia que agravó todo lo anterior. Nos cambiaron la vida.

Han pasado casi 24 años de la destrucción de los pueblos y de la inundación del valle, y, si el pantano no ha cumplido los fines para los que oficialmente se cerró, de justicia sería la demolición del mismo. La recuperación del valle ya no será posible en su estado original; ni siquiera será posible en una forma aproximada, pero lo que pueda recuperarse quedará como señal para futuras generaciones de lo que nunca debió ocurrir.

Si el tamaño del embalse se justificó en una cantidad de hectáreas a regar que hoy el mismo Estado reconoce que va a ser mucho menor, sería lógico que el volumen de agua embalsada fuera también el adecuado a esa previsión y que la cota de agua retrocediera en proporción a ello. Sería de justicia la reversión de los bienes a sus dueños, a sus dueños en justicia. Y en eso estamos; los esbirros de Cosculluela destruyeron todo, nos echaron de allí, pero no pudieron arrancar el valle de nuestras mentes y nuestros corazones. Seguiremos adelante (llámenme iluso y visionario s i quieren), en pos de la destrucción de este monstruo. ¡Riaño Vive, la lucha sigue!

C. Baos. Pamplona

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