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León

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Hacen números los hosteleros leoneses y no les salen las cuentas pese a las excelentes previsiones con que se presenta la Semana Santa, hoy por hoy el gran reclamo turístico de León. Si se mira hacia atrás, el balance es que la ley antitabaco -”y la crisis, claro, aunque a veces se obvie como razón-” ha mermado un 35% la facturación del sector en la provincia. Si se mira hacia adelante, lo más inmediato es que los hoteles de la capital, sobre todo, pero en general la provincia y especialmente los establecimientos de turismo rural, llenarán sus habitaciones y sus restaurantes en los próximos días, aunque sólo sean dos o tres. El turismo es casi lo único que apunta signos de recuperación económica. Y aún así, con cautelas, ya que en el sector nadie se atreve a ir más allá de un moderado optimismo. Es uno de los grandes vectores de la economía, y si bien es cierto que se ha contraído, también lo es que sigue resistiendo y que tenderá, no hay duda, a mejorar a medida que vaya despejándose el horizonte del futuro.

Avanzamos hacia el verano con esa esperanza y con la evidencia de un potencial todavía no suficientemente explorado. O al menos no suficientemente bien explotado. El extraordinario patrimonio artístico, las riquísimas tradiciones, una naturaleza privilegiada, una gastronomía envidiable, una buena situación geográfica y una climatología que permite desarrollar todos las posibilidades, incluida la nieve, son nuestros mejores recursos en una carrera en la que sólo vale estar en primera línea.

Pero a los mejores recursos hay que sumar los mejores medios y unas infraestructuras de vanguardia. Y formación e información, algo que tradicionalmente se ha tratado marginalmente. La mejor oferta, en definitiva. Hay dos lagunas en nuestra oferta turística, o al menos en sus resultados: la estancia aquí es corta, como se apuntaba -”dos noches en el mejor de los casos-”, y además es barata -”55 euros de media por pareja y noche en hotel-”. Es a partir de esa realidad sobre lo que hay que construir el futuro. Desde el orgullo, por supuesto, pero con esfuerzo, imaginación e incluso fantasía.

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