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Ponferrada

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José María Aznar ha abierto la boca. Ha abierto la boca y ha dicho que Gadafi es un amigo extravagante de Occidente, pero un amigo al fin y al cabo. Aznar, el de la peineta, el del acento tejano, el insubordinado bebedor de vino al volante, también ha sembrado sospechas en una universidad extranjera -la Escuela de Negocios de Columbia, en Nueva York- sobre la verdadera capacidad de nuestra economía para pagar su deuda exterior. Menudo bofetón.

Viendo lo que dice nuestro ex presidente extravagante, pero ex presidente al fin y al cabo, me entran dudas sobre la verdadera capacidad de nuestra democracia para generar hombres de Estado. Si alguien como Aznar, que se retrata de forma tan lamentable cada vez que abre la boca, puede llegar a ser presidente es porque nuestro sistema patina seriamente.

Nuestro sistema, en realidad, siempre ha patinado. Fabricamos bombas de racimo y se las vendemos a la dictadura de un amigo extravagante. Después, cuando cambia la coyuntura y las extravagancias de nuestro aliado siembran las calles de muertos, nos subimos al carro de la indignación general y le bombardeamos. Qué asco.

En nuestro sistema, lo primero es la economía. El beneficio antes que el empleo. Y tenemos ejemplos muy próximos. Telefónica no pierde dinero, sólo gana menos de lo que había previsto, y anuncia un mordisco serio en sus plantillas. Pero a la vez aumenta la prima de sus directivos sin que se les caiga la cara de la vergüenza.

No me extraña que en Islandia, se nieguen a pagar los platos rotos de la banca. Esa sí es una insubordinación saludable.

No me extraña la desconfianza. En Ponferrada también tenemos pruebas de que el sistema avanza a trompicones. Samuel Folgueral, candidato a la alcaldía del PSOE, no se fía de sus compañeros y les hace firmar un documento en el que se comprometen a entregar su acta de concejal al partido si abandonan la disciplina del grupo socialista. El mensaje va dirigido a Ismael Álvarez -que hace 16 años gobernó con el apoyo de tres tránsfugas- pero Folgueral no se da cuenta de toda la debilidad que demuestra.

Aquí, nadie se fía de nadie. Nadie conoce el significado de la palabra lealtad. Salvo José María Aznar, que desconfía de nuestra economía pero permanece fiel a Gadafi. De verdad, que me entran ganas de hacer una peineta.

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