Diario de León

LA 5ª ESQUINA

La misión de matar el tiempo

Publicado por
JESÚS ÁLVAREZ COUREL
León

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Con excepción de algunos casos aberrantes, el hombr e no se inclina hacia el bien. Es imposible creer que el dios bueno, el «Padre» se haya involucrado en el escándalo de la creación... Así comienza Emile Ciorán su reflexión sobre la idea de conciliar un dios bueno con la existencia del mal en el mundo. Este pensamiento fue debatido a lo largo de la historia por herejes y santos (como Prisciliano o san Agustín), pues si unos creían que el cuerpo humano era creación demoníaca, otros vivían perturbados por la idea de un tormento eterno para la inmensa mayoría de los seres humanos, lo que dejaría la creación en un acto complicado de entender. El filósofo rumano, autor de «El aciago demiurgo», cumpliría este abril los cien años, un mes antes que Amalio Fernández -fotógrafo ponferradino e hijo predilecto de la ciudad-, también nacido en 1911, junto a Nino Rota, Cantinflas o Alvaro Cunqueiro, con quienes hemos pasado muy buenos ratos, que no sólo de Luis del Olmo o de Lancia vive el hombre.

Ambos coinciden en el tiempo, pero con sensaciones diferentes sobre el significado de la existencia. Si para Ciorán, experto en el arte de la provocación, vivíamos en un universo fallido, para Amalio la belleza máxima estaba en las montañas de El Bierzo, obra tan sólo de un milagro del Creador. Así lo escribe en su «Canto al Valle de Valdueza», lugar desterrado de las herejías de la filosofía contemporánea: «-¦ solo Dios pudo conjuntar las cosas, con una perfección tan resumida, que hasta las mismas aguas rumorosas, van entonando el himno de la vida». Si para el filósofo, los seres humanos tendemos a ocultar las agonías tras las acrobacias teológicas, para el fotógrafo el discurrir del tiempo era más llevadero al estar rodeado de «las bellezas milagrosas del Bierzo».

Pero no dejemos que la melancolía nos invada, porque el tiempo es solo presente, que decía san Agustín, y esta semana son las fiestas de Pascua. Olvidemos las teorías del absurdo, del aburrimiento y de la agonía del vacío de Ciorán, para dejarnos llevar por la alegría de la Semana Santa, aunque sea a costa de un hombre que fue crucificado por los romanos, pueblo éste cuya cultura es tan admirada por los leoneses. La muerte siempre está presente en nuestras vidas, quizá por el hecho de que la vida no tenga ningún sentido y eso es una razón suficiente para vivirla, escribía el filósofo en sus famosos aforismos. Aquellos pensamientos estrangulados, cargados de pesimismo y frustración, nos recuerdan que cuando uno se ha rebelado demasiado, al final, no se tiene más energía que para la decepción-¦ Había que hacer algo.

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