LEÓN EN VERSO
Hasta los huesos (II)
Creyeron que habían dado con el oficio en el que no es preciso mojarse los cronistas a sueldo que contaron en 1996 cómo corría Lucas detrás de los becerros en lo que vino a ser la tercera ocupación de la tierra a los paisanos del Porma. Primero dejaron morir la zona, luego los echaron de sus casas y, por último, se repartieron otra vez la tierra al estilo del Zorro del Desierto. Para que argumente la CHD que su intervención en León no tiene tintes colonialistas, por si no había sido notoria la ambición con tanta presa y tanto chavalín sin pueblo. Aquel evento bucólico de salvemos la montaña contó con todos los ingredientes del documental del nodo. Un míster-marsall, unos políticos, unos caciques sin más escrúpulos que los de la cartera y la miseria acumulada que obliga a los territorios a agarrarse a clavos ardiendo y tragarse sapos como osos. Pasa en Catania y pasa en León.
Y al fondo del decorado, periodistas amaestrados, los del oficio en el que no es obligatorio mojarse, que con el estómago a rebosar contaron el baile de Lucas con aquellos jatos que hoy serán solomillo, dios mediante, y elevaron el evento a categoría de inauguración de la Fasa. Pasaron sobre las aguas sin pringarse. Dejaron la verdad pendiente; que desde entonces hay otro mundo paralelo en León; una ley que no obliga a unos lo mismo que al paisano de la Cabrera o los Ancares, Babia, o ni siquiera al de Orones. Ni esperaron para comprobar que aquel rescate del León post hullero iba a terminar por aportar el mismo desarrollo que la autopista AP-66 a Mallo de Luna. Echaron a correr antes de que la renta per cápita de los leoneses que dijeron iban a ser salvados entre tanto fuego de artificio se precipitara sobre sus cabezas. Desde aquellas carreras que echó Lucas no florecieron capilotes. No. Sólo raíces de lugareños emprendedores que siguen preñados de ilusión por dar vida a los valles que los vieron nacer. Tavito, que ofrece incansable el cuerpo del chivo, raja va, raja viene, sacerdote del único dios que salvará a medio León de perecer bajo las aguas y las carreras de Lucas, ya recorría media España con la furgoneta y la tierra dentro, transformada. Y ahí sigue. Tomás, el del queso de Valdeón, azul como azul el cielo neoyorkino, y un ejército de emprendedores que no necesitan hipérboles para contar el bien que devuelven al entorno. La próxima vez, si llega, ahorren la pasta que costaron los cronistas, y que pagamos todos.