Diario de León
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Cuando el lector lea esta columna, Susana Vergara ya habrá leído su pregón nocturno para La Ronda, que organiza Dulce Nombre de Jesús Nazareno. Una gran ráfaga luminosa de poco más de dos minutos. «No estás sólo, Nazareno. Ahí están tus hombres, Señor. Los papones de Jesús», anunció. Más allá del innegable logro de ser la primera mujer que lo pronuncia, y en una cofradía exclusivamente para hombres, a mí me enorgullece aún más en lo que tiene de logro espiritual suyo, consecuencia de un largo recorrido en la divulgación de la Semana Santa. Puedo recordar aquellos años en los que nuestras mesas en la redacción estaban colocadas frente a frente y ella daba los primeros «pasos» periodísticos -" nunca mejor dicho-" para que Diario de León ofreciese la mejor información posible sobre las procesiones. Sin embargo, en Susana no se trataba sólo de ese perfeccionismo profesional que la caracteriza, sino de fuerza interior genuina, de un enigmático tesón. Nuestros actos sólo revelan la punta del iceberg de lo que somos. Para mí que la Semana Santa le ha permitido expresar y expresarse. Después de todo, cada periodista escribe su propia biografía al contar lo que les ocurre a los demás. Ha aportado a la información sobre nuestras procesiones un conocimiento riguroso que nunca cae en la erudición por la erudición, la trampa de quienes confunden datos con verdad. Y lo mejor de su madurez aún está por llegar.

Su madre se ha sentido muy orgullosa. Como lo está tu padre, pues estos son días para proclamar nuestra fe en que la existencia no termina con la muerte. «Paso a paso», me soltó cuando la felicité al enterarme. Así es, paso a paso. Siempre. Los adultos también necesitamos aprender a caminar.

Si la lluvia no lo impidió, dos minutos y un puñado de segundos -los tenía cronometrados con precisión de dama inglesa- le bastaron para musitarle al Crucificado que no está solo en su dolor, que nunca lo estará, como nosotros ya jamás podemos estarlo. Susana sabe que el mundo entero tiene cabida en una frase corta, cuando ésta es verdad. «No estás solo, Nazareno. Están ellas. Tus mujeres. Leonesas, Señor», dijo. En efecto, no necesitaba más tiempo para su bello pregón. Por periodista. Y por mucho más.

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