Diario de León

LA VELETA

Jesús, dos milenios después

Publicado por
ANTONIO CASADO
León

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Soy zamorano y a mucha honra. Y seguramente por contraste, por haber vivido desde niño una Semana Santa de tintes tan fúnebres, he acabado identificándome mucho más con el Cristo de la vida, del que solo nos queda el domingo de Ramos y el de Resurrección, que con el Cristo de la muerte en la cruz, que estos días nos sale al paso a todas horas. Así que, aunque la lluvia nos amargue la fiesta, como viene ocurriendo en Sevilla y en otras partes, prefiero celebrar al Cristo resucitado del domingo que viene. Para los zamoranos, la procesión del encuentro, similar a la de otros lugares de España, el encuentro de la madre con el hijo recuperado y la inolvidable Plaza Mayor de mi infancia.

Ese ya no es el Cristo sufriente en el luctuoso tramo final de su vida, al que torturan antes de su muerte en la cruz y antes de que los soldados romanos se jugaran a las chapas la túnica del ajusticiado. Ya no es el Jesús del madero, al que Machado cambia sin ver por el que anduvo en la mar. Efectivamente, ese Cristo del domingo de Resurrección nos devuelve al que caminó sobre las aguas del Lago Tiberiadas, el que multiplicó panes y peces para dar de comer al hambriento. Ya no es el Cristo de las tres caídas o las siete palabras, sino el de las ocho bienaventuranzas, un excelente programa electoral que sigue resistiendo el paso de los siglos sin envejecer, un faro moral de absoluta vigencia, dicho sea con la convicción de un agnóstico que perdió la fe hace mucho tiempo pero sigue fascinado por la figura de Jesús de Nazaret.

Ya no es el Cristo doliente que sufre, sino el Cristo carismático del Sermón de la Montaña. El líder capaz de vencer en su lucha contra el fariseismo -el mismo de siempre-, la arbitrariedad -tan vigente en nuestros días-, la opresión -¿qué les voy a contar?-, y capaz de alzar una bandera por la causa de los humildes, los pobres, los explotados, los que sufren hambre y sed de justicia. ¿A que todo el mundo sabe de qué estamos hablando en el aquí y ahora? Un programa cargado de valores de circulación cada vez más escasa en nuestros días: paz, piedad, perdón (ay, don Manuel), solidaridad, comprensión, amor, delicadeza, valor, energía, respeto. Dos milenios largos han pasado desde que Caifás dijo aquello de si matamos a un solo hombre salvaremos al pueblo y a la nación, decía convencido de que eliminando al líder de aquel movimiento de secesión religiosa acabaría también con el mensaje programático. Pinchó en hueso, como se ha visto.

Aunque entiendo la mística cristiana del sufrimiento como clave de la redención, no la comparto. Es preferible el Cristo anterior a la última cena. El de los milagros y no el del sepulcro. Mucho más el que habla con los hombres con la sencillez del sabio que el que se dirige al padre levantando los ojos al cielo en la hora fatal de la consumación en la cruz.

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