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Publicado por
CAMINO GALLEGO
León

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Ahora casi cualquier fecha del calendario es señalada para éste o aquél colectivo. Pero en mi infancia sólo había un día: El 23 de abril era el Día del Libro. En los años cincuenta, cuando empezaba a salirse de la miseria, las escuelas enseñaban a los niños que ese día había muerto Cervantes, el más insigne escritor en lengua española. Curiosamente años después nos dijeron que también ese mismo día de 1616 había muerto Shakespeare, el mejor escritor en lengua inglesa. Eran motivos más que sufi cientes para declarar esa fecha como Día del Libro. Y aunque en aquellos mis primeros años no es que abundaran las lecturas infantiles, me afi cioné a leer cuentos y el TBO (auténtico precedente de los SMS). De ahí pasé a los libros y el 23 de abril era una jornada especial, porque me permitía ver en la calle muchos libros, que podía ojear y hojear como ningún otro día, ya que mi corta edad me impedía entrar a una librería (de las tres o cuatro que había en la capital entonces) para tener un libro en las manos y sopesar si merecía la pena gastar en él los ahorros de las propinas dominicales.

Creo que excepto un año, de todos los que recuerdo, puedo asegurar que siempre estuve el 23-A al mediodía en Santo Domingo, Botines o San Marcelo, que han sido lugares de cita con las largas mesas forradas con la bandera española, que han cobijado ejemplares a la espera de ávidos lectores.

Por eso no me lo podía creer cuando el sábado iba a salir de casa para mi cita anual en Botines y me dicen que acaban de pasar por allí y no hay libros a la venta. Mi perplejidad me impide pensar que no se celebre el Día del Libro y por eso llamo a la Policía Local para que me diga dónde se han instalado esta vez. El policía que me contesta no hace sino asegurarme que en ningún lugar del centro hay venta de libros. Y me quedo en casa, consternada porque se haya olvidado el más tradicional de los días.

No sé quién es el responsable de que no se haya hecho. No sé el motivo que le impulsó a obrar así. Sólo sé que por primera vez en mi vida no he comprado uno o más libros un 23 de abril. Y me dio pena. Soy de los que piensan que «todo está en los libros», aunque ahora también puedas encontrarlo en Google. Pero no es lo mismo.

Cervantes no se merece el olvido, y tampoco que un año se le dé mucho bombo y al siguiente no. Aunque ya verán como dentro de cinco años, cuando sea el cuatrocientos aniversario, todo se desmadra. Al tiempo.