HISTORIAS DEL REINO
400 años más
Esta Semana Santa pasará a la historia de León como de infausto recuerdo. No acompañaron los cielos, ni protegieron a los hombres y mujeres cuyo esfuerzo de todo un año se mostraba durante estos escasos días. No, no hubo suerte para quienes optaron por no procesionar, ni para quienes se arriesgaron, con el gris encapotado sobre sus cabezas, a hacerlo, ni para quienes aguantaron desde las aceras con el único propósito de admirar una de las joyas de España: nuestra Semana Santa. Sólo la mañana del Domingo de Resurrección alumbró un poco de luz desde las alturas, pero para casi todo ya era tarde. En el recuerdo queda la desesperación de los hermanos, las duras decisiones, las lágrimas, el momento en el que se decide si continuar o volver sobre los pasos para encerrar durante doce meses un esfuerzo a menudo diario para superarse, para que el nombre de León suene con fuerza en la prensa de este país.
Y, entre todas las Cofradías, una destacó este año con luz propia: la del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, cuyo cuarto centenario cumple ahora. Si el pasado 2010 el recuerdo se lo llevaron el Reino, sus reyes, sus hechos de armas, sus monasterios y castillos, éste del 2011 representaba el alma de los leoneses, las cuatrocientas semanas santas durante las cuales esta institución marcó con peso propio la historia. Cuatro siglos sólo cercenados por los franceses de Napoleón, de infausta memoria y cuyas tropelías han dejado huella en San Isidoro, y por el inicio de una Guerra Civil, la última si Dios quiere, que lanzó a españoles contra españoles para regar de sangre nuestra nación en 1936. Sólo en dos ocasiones. Hasta hoy.
Imagino qué ideas pasaron por la mente de su actual abad, Fernando Salguero, de los anteriores, de cada uno de los hermanos-¦ Justo ahora, en el 2011. Cuatrocientos años. Una durísima decisión en la que pesó la historia, la tradición, el amor a la Cofradía, el honor de la misma sobre otras disquisiciones. Y en esa firme voluntad radica la grandeza de ésta, pues solamente aquellos que aman de verdad prefieren sacrificarse. Así lo han hecho. Han preferido que se salve de ser dañada por accidente o por la inmisericordia de los cielos esa imagen de Cristo que estremece, que salvó su alma antaño y cuya talla nació probablemente si no de la mano de Gregorio Fernández, sí de su escuela, aunque para muchos historiadores la intuición nos lleva a considerarla hija del insigne escultor en cuyas manos magistrales se aúna la excelencia de Juan de Juni y de Pompeo Leoni.
Gracias a los cofrades otro hito marcará su historia: la semana en que su grandeza de espíritu, su generosidad, su pasión hacia las tradiciones leonesas, su calidad de hombres de bien han primado en beneficio del Dulce Nombre de Jesús Nazareno. Un ejemplo para la ciudad.