Diario de León
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E n tiempos de crisis no hacer mudanza, aconsejaba Ignacio de Loyola a los miembros de la Compañía. Y la encuesta publicada por este periódico sobre la intención de voto en Ponferrada semeja ser la extensión jesuítico-demoscópica de dicha doctrina. Los ponferradinos no parece que estén por la labor de que el PP recoja sus enseres de la casa consistorial y se vaya con su mayoría a otra parte. Paradójica e inversamente, quizás, al demoscópico deseo de la sociedad española de que quien se traslade cuanto antes a la capital de la provincia sea el actual inquilino de La Moncloa. A Carlos López Riesco, quien por cierto estudió en el colegio San Ignacio, la máxima jesuítica le debe parecer tan estupenda como los pronósticos del sondeo. A sus contrincantes, todo lo contrario.

Pero al margen de que las previsiones se cumplan a la hora de la verdad, y tras la reacción primaria que suele acompañar a los «damnificados» poniendo en duda una diferencia de representación tan amplia como la que se recoge para la capital berciana, lo que está claro que lo que les toca ahora es contradecir a Ignacio. Es decir, empezar a mudar sus discursos más allá de que la encuesta sea la foto del 8 al 13 de abril, cuando Ismael Álvarez por ejemplo no había presentado su lista. La panorámica general debería resultar, sin embargo, más inquietante para todos ellos con sólo 22 días por delante. La de una ciudadanía hiperinquieta por el paro brutal, de lo que es casi seguro que pagará la factura nacional Folgueral. Y la de una gran masa que pondera Ponferrada como un abrigado puerto frente a la tempestad, lo que caerá sin duda en el haber del PP no sé a qué escala. Incluso el confeso votante socialista estima que la gestión doméstica es buena. En ese contexto Mass e IAP se fagocitan entre sí aun antes de que Álvarez sea capaz de atraer la confianza de una cuota-bisagra del electorado popular que quien más quien menos presupondría que ya estaría mucho más de su lado a estas alturas. Algunos tendrán que repensar incluso su promesa de no encarar personalmente a un López Riesco, que si hubiera estudiado en el colegio de la Minero en lugar de en San Ignacio acaso habría escuchado alguna vez a un maestro que nos prevenía citando a Gracián cuando íbamos de sobrados en vísperas de los exámenes: «La confianza es la madre del descuido».

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