Diario de León

FUEGO AMIGO

En la senda de las urnas

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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S i uno repasa el panel de resultados en Castilla y León de las siete convocatorias de elecciones autonómicas celebradas desde la aprobación del Estatuto en 1983, encuentra bastantes claves para descifrar el prolongado declive que padece el actual partido de la oposición. Recordemos que el PSOE ganó la primera convocatoria, empató la segunda con una sangría de diez procuradores y ciento veinte mil votos de una tacada y perdió con descalabros crecientes todas las demás, hasta su mar seis revolcones seguidos. La primera conclusión que arroja esa secuencia de datos es de una rotundidad palmaria: el PSOE lleva un cuarto de siglo sin ganar unas elecciones autonómicas en Castilla y León. Y durante dos tercios de esos cinco lustros, cargando con el sambenito de un discurso autonómico que imputa todas las carencias y atrasos de la Comunidad al desdén jacobino de un gobierno central socialista tan rácano con nuestras necesidades como complaciente con los caprichos periféricos.

¿Quién no recuerda los sucesivos engordes de la llamada deuda histórica, cuyos apuntes en tiempos de Lucas crecían y crecían como la bola de Bartola? Hasta que Aznar llegó al gobierno y por ensalmo se olvidó aquella latosa reclamación. De entonces fue también la decisión irremediable de dejar a Soria sin alta velocidad, cuando la curva precisa era menor que el desvío de pasar por Cuenca la línea de Levante. Y eso con dos ministros sorianos en el gobierno de España. Pero, en fin, es lo que hay y ahora no toca esa canción.

Lo que tenemos es un paisaje político encallado y de tan acusada asimetría que lo primero que se plantea es cuánto aguantará aquí el siguiente. Es decir, el candidato de estreno Óscar López. Porque hasta ahora la tradición tiene tasada la fugacidad de los opositores de guardia, cuyo escaso tesón contrasta con la permanencia, incluso más allá de lo médicamente recomendable, de algunos gobernantes. Quizá por eso, la brecha entre PP y PSOE ha ido creciendo. Porque resulta difícil asimilar el desfile de aspirantes y es ingrato asumir que quien se postuló para gobernarnos hace cuatro años se haya ido tan feliz a dirigir los trenes de vía estrecha. Un respeto, por favor.

Con el panorama que dibujan las encuestas, la intriga autonómica se desplaza hasta la investidura, para calibrar salidas y colocaciones en la Junta y en las Cortes. Pero esa espera ofrece pocos alicientes, porque Herrera ha acreditado una opacidad y disimulo con los que no es fácil hacer conjeturas. N i la peña de los rumores, antaño tan activa, ha arriesgado nombres que den algo de juego. Nos queda apenas el salpicón de los resultados municipales. Pero ahí cualquiera atina. Así que de lo que importa nada se oye, y lo que se sabe es de poco fiar.

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