Diario de León
Ponferrada

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Ernesto Sabato decía que el mundo es un horror. Recluido en su casa de la ciudad de Santos Lugares, el escritor argentino vivía encerrado en sí mismo, en sus recuerdos y en sus dolores, cuando concedió una de sus últimas entrevistas al diario La Nación en octubre de 2002. «Afuera el mundo es un espanto y no vale la pena enterarse de nada», le decía a la periodista.

A Sabato, que escribía su nombre sin tilde, se le murió un hijo en un accidente de tráfico y esa fatalidad marcó sus últimos años. «Está incorporado a mi vida permanentemente», reconocía en 2002. «Su muerte me partió en dos».

En 2005, dejó de salir de casa. Medio ciego, le leían todas las tardes hasta que se quedaba dormido y dice la Wikipedia que el viejo escritor, el anciano científico, pintor y ensayista argentino, ya no podía recibir emociones fuertes debido a su avanzada edad. Sabato, que murió el pasado fin de semana con 99 años, se cansó de mirar, de sentir, se dejó llevar-¦

Dolores Gamallo ha pasado muchas tardes observando el tráfico en el cruce de Ponferrada donde murió su hijo. Una cruz negra sobre una farola recuerda que en el lugar donde el bulevar de Juan Carlos I se une a la avenida de la Lealtad, un hombre de 40 años que iba a buscar a su hija en moto murió en noviembre del año pasado, después de chocar contra un automóvil que había girado de forma indebida.

Dolores Gamallo está desesperada. Nadie le va a devolver a su hijo. Pero se agarra a lo que puede para sacarse la rabia. Y lo único a lo que puede agarrarse ahora mismo es un semáforo.

Dolores Gamallo quiere un semáforo que regule el tráfico en ese cruce maldito. Que evite los giros indebidos. Alguien le ha dicho que la muerte de su hijo fue una fatalidad, una cuestión de segundos. Y le cuesta aceptar que la frontera entre la vida y la muerte pueda ser tan frágil. Por eso pide un semáforo. Un semáforo que no va a salvar a su hijo. Pero puede salvar a los hijos de los demás.

Le he pedido a Dolores Gamallo que no vuelva más a ese cruce. Que deje de mirar el tráfico. Confío en que me perdone el atrevimiento y me haga caso. Y si acaso no le pusieran nunca el semáforo que pide, espero, de verdad, que no haga como Ernesto Sabato, que se cansó de mirar el mundo. Y salga pronto del túnel donde la metió un giro indebido-¦

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