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León

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Una de elecciones. A partir del viernes lloverán políticos, asediarán su vida, invadirán su espacio, le marcarán en corto hasta someter su voluntad. Todo por un voto que para usted es un papel y para ellos un salvoconducto al limbo los próximos cuatro años. Entienda, pues, su pesadez. La matraca insoportable se entremezclará durante las dos próximas semanas con una realidad que confundirá al lugareño, que por momentos dudará si le hablan de León o de California, del Valle Gordo o del Silicon Valley. La política hace estragos en la realidad. Verán como el radar se repliega hasta los caminos rurales, para que el personal olvide la agresión a la cartera que ha sufrido durante los últimos 48 meses; observarán como se pasa la brocha gorda por las carreteras nacionales con el fin de disimular los cráteres lunares por los que discurren desde hace dos inviernos, que las arcas públicas, raquíticas, no alcanzan a tapar; se lo van a poner fácil al contribuyente para que se decida. Llegan hordas de políticos con su sonrisa de silicona, dientes, dientes y jajajá.

Al objeto de la matraca le quedan pocas salidas para no capitular. O emprende la huida -"improbable ante las urgencias económicas y sociales que apresan en la época al común-" o se refugia en los manuales para votantes, que instruyen para distinguir entre candidatos malos y malos candidatos. Nunca sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió, orienta el libreto para principiantes, a fin de evitar que a la vuelta del verano, en Navidad a más tardar, el que resulte encumbrado el 22 de mayo ya te haya dejado dos muescas en el cuello; y para que no termine por morder la mano que le dio el voto -"que suele ocurrir en cinco de cada cuatro casos-" se sugiere no tropezar dos veces con la misma papeleta.

Sospeche de las caras amables y próximas -"alerta otro punto del catecismo para el votante agnóstico-" sobre todo si acostumbró a ver en ellas rictus arrugados por la codicia desde la última vez que fue reclutado por las urnas. La prueba de la gorra de plato se ofrece definitiva para resistir a los cantos de sirena y a la tentación de acudir a una urna a solucionar por cuatro años la vida de un fulano: si quieres saber como es el personajillo, dale un carguillo, toma prestado el documento del refranero popular. Mejor no comprobarlo. Conozco a un tipo decente que cada vez que alguien le pide el voto, responde: «Sí, si me das cien euros».