FRONTERIZOS
Era por mayo (II)
Hay una calma tensa en este mayo electoral. En Ciudad del Puente hay una calma en la que el tiempo se estira, como en aquellos duelos que rodaba Sergio Leone en Almería, en los que conocimos al hombre sin nombre, que resultó llamarse Clint Eastwood y que, décadas después, nos sorprende con unas películas rotundas, de impecable corte clásico, que estos días se proyectan para un puñados de raros a los que no les gusta el fútbol en la Obra Cultural de la caja que aún no tiene claro ni su nombre ni su futuro. En Ciudad del Puente hay una calma en cinemascope, registrada en imágenes comprimidas con lentes anamórficas que se van a ir descomprimiendo a partir de hoy hasta la gran premier del día 22, cuando sabremos si la película era un gran estreno, una mera reposición o una inesperada co-producción.
Pero por ahora, ya digo, todo es calma tensa, con más panorámicas que primeros planos y el aparato visual de las abundantes nevadas de primavera con esas pelusas del chopo que son más propias de Fellini que del «spaghetti western». Pero es que Ciudad del Puente siempre ha estado más cerca de Rímini que del desierto de Tabernas, más próximo al costumbrismo sentimental que a la épica, más en sintonía con Pepe Isbert que con Eastwood. Y mientras el mundo, con nuestro pacifista presidente a la cabeza, aplaude con las orejas un exitoso acto electoral de terrorismo de Estado, en nuestro país prohibimos participar en la cosa a partidos que en algún momento han llegado a gobernar por temor a posibles contaminaciones, por lo que parece más peligrosas que las de Fukushima. Nada nuevo bajo el sol. El planeta avanza con firmeza hacia un nuevo desorden mundial de tintes shakesperianos y el país mantiene el tono entre el neorrealismo gris y el humor negro. «Cada peldaño hacia el poder exige un crimen», resume con su habitual lucidez ese trágico de la viñeta diaria que firma como El Roto.
Pero todo esto son cosas que no alteran la tensa calma en las provincias silenciosas de interior. Tal vez la clave la da Andrés Trapiello, que es premio de las Letras de Castilla y León aunque por aquí nadie quiera darse por enterado. En la última entrega de esa novela en marcha que es el «Salón de pasos perdidos» nos explica que el papel nuevo recién guillotinado huele un poco a opio y tiene efectos anestésicos. Ahora se acumulan en las imprentas toneladas de resmas donde irán a morir las fotografías, las promesas y los eslóganes trabajosamente perpetrados. Papel anestésico para un calmado mayo electoral sobre el que se podría escribir aquella respuesta iracunda que le dio Valle Inclán a alguien que le estaba sacando de sus casillas: «¡Eso que usted me va a decir es mentira!-. Todo hecho, eso sí, con mucha calma.