Diario de León
León

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Con las palabras hemos chocado, Sancho. Los sindicatos agrarios Ugal y Ucale piden a la Real Academia Española que suprima de su diccionario la acepción de rural como persona tosca o inculta. Al campo no se le pueden poner puertas, dice el refrán. Tampoco a las palabras, que vuelan solas, como los gorriones. No obstante, el lenguaje es ideología y debemos asumir lo que conlleva -evidente o soterrado- cuando lo empleamos, o de no ser así, actuar en consecuencia, como proponen estos sindicatos agrarios, con noble intención, aunque quizá algo ingenua. Sancho Panza ha quedado como representativo del hombre de pueblo, burdo y ramplón, sí, pero también listo, leal y bueno. Argumentan los promotores de esta iniciativa que de pueblo fueron y son grandes escritores como Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Llamazares o Luis Mateo Díez, entre otros. Tienen razón, pero no nos confundamos, sus obras, independientemente de sus autores, en dónde hayan sido escritas o en dónde trascurran sus tramas, habitan en lo universal. Cristóbal Halffter nunca será rural, en ninguna de las acepciones posibles, aunque se haya apartado del mundanal ruido, ni Gamoneda es un autor de provincias, pese a vivir en una. Cuidado con estos terrenos resbaladizos.

Sí, a menudo, sin pretenderlo, con nuestro lenguaje contribuimos a que persistan prejuicios. Sin embargo, no caigamos en el delirante terreno de lo políticamente correcto. ¿Estamos haciendo campaña electoral al decir «Fulano no da una a derechas» o «Zutano tiene mucha mano izquierda? Centrándonos en el mundo rural ¿qué culpa tienen las pobres gallinas para que las vinculemos al oficio más viejo del mundo?, ¿por qué utilizamos al lobo para describir la crueldad del ser humano?, ¿somos injustos con los burros al asociarlos al hombre ignorante? Todo lo dicho es viejo como el mundo. Pero también, pocas simbologías más respetuosas con lo rural que la del buen pastor.

Cierto, hay festejos rurales muy poco refinados, incluso brutales, pero en la muy urbana Wall Street de una coz dejan en la ruina a millones de familias, sin que se les seque la gomina ni se les desanude la corbata. Paletos los hay de muchas clases y procedencias, algunos hasta lo son en cinco idiomas.

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