Las fotos de Gerónimo

Los muertos son muy fotogénicos. Cuando los retratan ninguno de ellos sale movido, pero el problema es que consientan perpetuarlos cuando hayan dejado de pertenecer al mundo de los vivos, aunque hayan matado a mucha gente. El reforzado presidente Obama, después de darle muchas vueltas, ha decidido no airear «las espantosas fotos» del cadáver de Bin Laden, abatido en su clandestina residencia de Abbottabad. Se dice que una imagen vale más que mil palabras, pero no se especifica de quién son esas palabras. ¿De Shakespeare o de un portavoz de cualquier partido? Lo importante en el caso del siniestro terrorista ejecutado en un tiroteo unilateral, es saber quién fue el chivato. Tardaremos en conocer la verdad, ya que los políticos saben que con ella no se va a ninguna parte.

El cartero no llamó a su casa ni una sola vez, pero ignoramos el nombre del que le facilitó la dirección. Se dice que fue un preso de Guantánamo, sometido a la más abyecta de las invenciones, que es la tortura. Le llaman «hábil interrogatorio» también al 'waterboarding', que es una técnica de ahogamiento simulada para obtener información de los prisioneros. Un procedimiento que nos hace sentir «vergüenza biológica», por muy canalla que sea el indefenso prisionero al que se le aplique el tratamiento. Otra cuestión, aunque íntimamente relacionada, es la de exhibir el trofeo de la pieza mayor.

No sabemos si hubiera tranquilizado a Occidente que en todos los periódicos y revistas y en todas las televisiones hubiésemos visto las fotos mejores del asesino múltiple, pero de todas maneras no es ésa la intriga máxima, sino la del nombre del delator. La curiosidad no es únicamente por saber quien suministró la pista: se extiende a conocer quién cobró la pasta. Estados Unidos, como cualquier otro país, paga a traidores, y el fanático criminal estaba valorado muy alto. También se cotizarán sus últimas imágenes con el turbante traspasado. Son una prueba, pero también demuestran que el mundo es un lugar horrible.