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ISMAEL FERNÁNDEZ DE LA CUESTA. NUMERARIO DE LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO
León

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Recientemente se celebró en León un Simposio Internacional sobre el Antifonario de León y el Canto Mozárabe que reunió a los mejores estudiosos y conocedores de tan rico patrimonio musical mundialmente reconocido. El evento tuvo lugar tras una convocatoria de la S ociedad Española de Musicología abierta a todos los investigadores españoles y extranjeros que quisieran intervenir, sin vetos ni cortapisas de cualquier índole, en temas relacionados con el canto viejo hispánico.

Desde el siglo XIX hasta no hace muchos años, gran parte de los eclesiásticos y no pocos musicólogos tuvieron la convicción de que el canto gregoriano era una música medieval, cuyo arquetipo fue plasmado con cierta coherencia en los códices de aquellos tiempos oscuros. Hoy sabemos que no fue así y que los viejos códices copiados en la frontera del primer y segundo milenio son un mero eslabón inseparable de una larga cadena que nació y tuvo un primer desarrollo en la tradición oral y más tarde en el maridaje muy productivo entre la tradición oral y la documentación escrita, hasta nuestros días. A mi modo de ver, el principal aporte del Simposio de León ha sido precisamente éste: el canto mozárabe ha tenido el mismo recorrido que el resto de los repertorios litúrgicos musicales del cristianismo, con una salvedad, que no le es del todo privativa: los testimonios de este repertorio, así escritos como orales, aunque significativos, son escasos, tenues. La lección dictada por el profesor armenio Aram Kerovpyan no pudo ser más contundente: con esquemas y arquetipos aportados por una tradición oral viva, pudo cantar melismas de códices medievales de la liturgia armenia.

Quienes nos hemos educado en el positivismo histórico tenemos mucha dificultad en aceptar la endeblez de la escritura para representar la música. Preferimos pensar que los neumas escritos tienen una conformación directa con los sonidos de la música, como si fueran los grafemas de una primitiva escritura silábica. Pero estamos equivocados. Los neumas nos proporcionan el alma de la articulación sonora de los cantos, pero no los sonidos referidos a una escala diatónica, que no existía cuando se compusieron los neumas. Por mucho que lo hayamos pretendido, tampoco son cantables con nuestro diatonismo los neumas gregorianos de los códices de San Galo (Suiza) o de Laón (Francia). Así el canto gregoriano que tuve la fortuna de llevar al mundo entero gracias a las grabaciones con los Monjes de Santo Domingo de Silos, más allá de sus raíces medievales predicadas por el romanticismo, es el resultado de una rica tradición en la que han intervenido, en proporción casi armónica, la práctica musical y la especulación e intervención de los investigadores. El canto mozárabe -así quedó claro en el simposio- deberá proponerse este maridaje. El concierto que se escuchó en el auditorio leonés ya fue una aproximación.

Con esta perspectiva, las personalidades reunidas en León han aportado importantes elementos para confirmar lo que todos los leoneses conocen y lo que proclamó el benedictino francés Louis Brou en la revista Archivos Leoneses de 1954 en un precioso artículo sobre el códice mozárabe de la catedral de León, a saber: que este manuscrito era «la joya de los antifonarios latinos». Pero tan insignes especialistas no trataron ni pretendieron abordar el «desciframiento» de los neumas mozárabes, pues ya se sabe que los neumas mozárabes del preciado antifonario leonés así como los de todos los códices primitivos incluidos los antifonarios gregorianos, no son jeroglíficos, ni las melodías están fijadas en ellos con los parámetros del lenguaje articulado. En cambio, lo que quedó meriadamento claro tras las intervenciones de los más preclaros investigadores del mundo en música litúrgica antigua fue la incuestionable conexión del canto viejo hispánico con el de las otras liturgias así orientales como occidentales. De esta manera, se ha abierto el camino, un camino muy novedoso por intransitado, para resolver ciertas cuestiones oscuras de la musicología y de la historia de la cultura en general, a saber, el origen de los grandes logros de la tecnología musical en Occidente, que la hacen infinitamente superior a la de civilizaciones tan punteras en otros terrenos como la china, la árabe, la maya: me refiero a la invención de la escritura musical moderna y de las escalas modales actuales, a la creación de la armonía y del contrapunto, es decir, de la polifonía, etc.. ¿Fue en Península Ibérica y en su canto litúrgico donde se inició el referido proceso tecnológico musical gracias a la intervención de la alta cultura visigoda y de autores tan apreciados en la Edad Media como Isidoro de Sevilla, y gracias a la temprana plasmación gráfica de sus obras, llenas de diagramas, figuras y representaciones? Los musicólogos reunidos en León han dejado vivamente planteada esta gran cuestión. Es un impresionante punto de arranque para nuevas investigaciones que no sólo se harán en España sino en las más prestigiosas universidades de otros países.

El Antifonario de León, emblema del canto hispano visigótico entre los más de treinta que nos transmiten esta música, ha sido el referente que ha permitido vincular este simposio a la ciudad de León. La apuesta del Inaem y de las autoridades leonesas por la recuperación de las músicas históricas ha saldado con este evento una deuda histórica, al apoyar los estudios sobre el canto mozárabe en la ciudad que atesora tan emblemático códice. Los miembros de la Sociedad Española de Musicología y quienes desde diversos ámbitos musicales y científicos tan significados se ocupan de estos asuntos artísticos, quizá extraños para la sociedad actual, agradecemos de veras dicha apuesta porque, gracias al apoyo recibido para el estudio de estos temas aparentemente minoritarios y muy técnicos, oteamos en el horizonte un futuro espe ranzador para nuestra cultura.