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León

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E l PSOE leonés ha renunciado al cartel electoral y sólo pegará unos pocos. Me imagino esta escena en la sede: «Paco ¿cuántos miles de carteles encargamos?». Y el señor alcalde: «Sólo media docena, que luego la derecha se entretiene pintándome bigote». Bueno, hombre, les argumentaríamos nosotros, Duchamp le pintó bigote a la Gioconda y pasó a la historia de las vanguardias. Desde el partido se ha justificado en criterios de austeridad, concienciación medioambiental y apuesta por nuevas tecnologías. A mí dicho sistema de propaganda me gusta en lo que tiene de creador de un paisaje democrático efímero, lo rechazable es que haya que empapelar también la muralla china incluso cuando las elecciones son aquí. Todo ha de ser en su justa medida, sea el pimentón, la física cuántica o las citas con Miss Universo. La publicidad no debe ensuciar nuestros espacios comunes, sino vigorizarlos.

No diremos que en los carteles electorales se encuentra la salida de la crisis, pero es indudable que aportan beneficios económicos a muchos sectores, no solo a publicistas, impresores y fotógrafos. El día anterior a la sesión fotográfica, el candidato Fulano se habrá comprado, como mínimo: peine, desodorante, colonia y, los más pulcros, hasta estrenarán calzoncillos, aunque sólo sea porque, como dice mi madre, nunca se sabe. Contabilizado así, no parece que se vaya a herniar por el peso de la cesta, pero multiplíquese tal gasto por el número de aspirantes. Y siempre habrá quienes, motivados por las encuestas, se compren además una corbata o un bolígrafo. ¿Dinamiza o no la economía esta clase de cartel?

Y dado que la fotografía nunca sale a la primera, hay que parar y tomarse un café en la tasca cercana. Dinero para la hostelería. Enseguida, se le habrá abierto el apetito de tanto decir «patata», volverá al local y pedirá caña doble y bocata de jamón. Añádanse rayos uva, masajes relajantes, y demás trucos para salir con expresión votable, fotoshop aparte. Cada candidato se deja un pastón a costa de su propio cartel. Sin olvidar las consultas a la adivina, o las tilas por garrafón. El cartel electoral, en su justa cantidad, anuncia que estamos en época de exámenes. A mí me gusta mirarlos. Con o sin bigote.