LA SEMANA
El 22-M, primarias de Mariano Rajoy
S egún las encuestas, el PSOE pasará hambre de poder en casi toda España. Pero los socialistas no se lo creen. Zapatero en Valencia augura una sorpresa ante la incredulidad general. Confía en que el voto oculto, o voto de socorro, al final aflore. No es lo mismo una bofetada que un bofetón. Quedan siete días para conseguir votos casa por casa.
En esta campaña alguien se ha crecido. Parece que Rosa Díez va a la baja y Alvarez Cascos al alza, hasta el punto de que, eufórico, anuncia que, «por supuesto, me presentaré a las generales el año que viene». Antes empatará a votos con el PP en Asturias. Y venderá carísimo su apoyo porque convertirlo en el Revilla asturiano sería letal. Cascos en las Cortes del 2012, como diputado resucitado, puede indigestarle la legislatura a Mariano Rajoy. Y su eventual alianza con los que aspiran a suceder al líder popular- Esperanza Aguirre de forma declarada, y de ahí su apoyo a Cascos, y Ruiz Gallardón más discretamente- una máquina de intriga.
Zapatero dio una entrevista de colorín a Eva Hache el domingo en La Sexta para colocar una frase: «Ni Rajoy ni yo somos el futuro de este país». La verdad es que uno más que otro, porque Zapatero ni se presentará. Volverá a vivir a su León natal con AVE desde el año próximo, a hora y media de Madrid. Acaso a Zapatero le cuadre el autoanálisis de un ex director de TVE que confesaba:» Esta gran casa conmigo cometió dos injusticias. La primera nombrarme, porque no sabía nada, y la segunda prescindir de mí, porque ya había aprendido.» Pocos dudan de que el mejor año de Zapatero fue el último, el más amargo, pero el más responsable. Ha sido un año de toma de decisiones difíciles desde el fatídico 17 de Mayo en que estuvo sólo ante el peligro-solo no, porque ahí estaban los catalanes de Durán- ya que el PP prefería que cayera, aun al precio de la intervención de la economía española. Quienes lo observan en sus últimos mítines se impresionan porque se crece, después de descargar el dilema de si se iba a o se quedaba.
Pero a Rajoy no hay que infravalorarlo. Recuerden a Aznar y su confesión en el libro de Raimundo Castro. «Estoy vivo porque me despreciaron en mi partido». Lo mandaron a fracasar a Avila y salió diputado en el 82. Lo mandaron a Castilla León y de ahí a pelear en el 89 con Felipe González, por entonces desgastado, pero aún invencible. Ganó a la tercera y por la mínima, pero ganó y se fue ocho años después porque quiso. Rajoy podría decir» estoy vivo porque me infravaloraron.» Y aspira a ganar a la tercera. Olvidaron sus enemigos internos que es más resistente de lo que creen y, al ser de Pontevedra, no confunde Madrid con España. Y eso es vital.
Estas elecciones son locales por más que el PP agite lo de los 5 millones de parados en un intento de hacerlas globales. Pero tienen algo de primarias para Rajoy. Lo normal es que gane ampliamente. Pero Esperanza y Ruiz Gallardón ganarán por goleada. Y en su día le restregarán las diferencias porque el PP tendrá que pactar para gobernar en Asturias, Navarra, Canarias, y quien sabe si en Aragón y Rioja. Y en multitud de ayuntamientos.
El PSOE sufrirá. En Asturias está con un pie en la oposición: En el País Vasco y Navarra las candidaturas de Bildu le perjudican. En Barcelona, o renueva el tripartito, si puede, o cae. El PP allí tendrá la llave de la gobernabilidad para disgusto del nacionalismo. Si además de Lleida, que ganará, salva Zaragoza, Girona, Gijón, San Sebastian, Vitoria, León, Logroño, Huesca, Albacete, Mahón, Ibiza, Las Palmas, seis grandes ciudades gallegas y alguna más, agradecidos. De Sevilla y Palma ya hay menos esperanza. El PP andaluz y el balear desafía. Pero el PP trata de ganar y que, además, Rajoy, gane sus primarias. Está a una semana vista.