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Publicado por
Eloína Terrón
León

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Es interesante hacer un análisis de cómo se ha construido una nueva realidad frente a las campañas electorales: primero se estableció, vía una ley electoral injusta, el bipartidismo, y con ello, la construcción de dos partidos cada vez mas grandes; de ese modo, él «ahora tú», «ahora yo» sitúa a los electores en un «conmigo o contra mi». Dos opciones, blanco o negro, y algún margen para los partidos nacionalistas.

Esta dinámica, reiterada a lo largo de los años y auspiciada por el poder, ha construido unos espacios de poder mediático, económico y político que va en contra de otras opciones o alternativas políticas, otras formas de ver y concebir la sociedad. Lo injusto de esta ley electoral fue puesto de relieve, incluso, por el Consejo de Estado, pero la reforma de la misma fue rechazada por PSOE, el PP y los partidos nacionalistas, con el consiguiente mantenimiento de una ley que puede ser tildada, como mínimo, de escasamente democrática, si democracia significa que todos los votos tiene el mismo valor. A día de hoy un diputado nacional le «cuesta» a IU 500.000 votos, mientras que al PSOE y al PP les basta con 65.000.

La participación en las elecciones viene, además, configurada por una situación de desigualdad en función del poder económico de los partidos y de su acceso a los medios de comunicación. Los partidos mayoritarios no necesitan realizar campañas de información y autopropaganda porque este trabajo les viene hecho por los medios, al estar continuamente difundiendo noticias suyas. Pero, no contentos con esto, se proponen construir un marco de referencia que critique los medios de difusión empleados por otros partidos, como son la «pegada» de carteles, presentada como algo poco ecológico, antiestético o incluso «sucio». Se les olvida añadir que pegar carteles es, además, de muy trabajoso y una labor de militancia social y política, la única opción que tenemos los partidos sin medios económicos para contratar publicidad, de hacer llegar nuestros mensajes a la ciudadanía.

En ese nuevo «afán estético» la pegada de carteles se considera una acción poco cuidadosa que afea el entorno; eso sí, privatizar el servicio público de aguas -un servicio de aguas que estaba prestando un servicio de forma eficiente, rentable y bien gestionado-, eso sí está bien visto, es ecológico y no parece afear el entorno; ir reduciendo las ayudas a las personas que se han quedado sin empleo, tampoco parece afear el entorno; que el 40% de los jóvenes no tengan trabajo, sigue sin afear el entorno; que el pequeño comercio, uno tras otro, vaya cerrando, no afea el entorno; que 60.000 niños en España pasen hambre, que uno de cada cuatro niños y jóvenes en España esté en situación de pobreza, no afea el entorno (eso sí, que a los pobres no se les vea, para eso en las ordenanzas municipales se ha prohibido la mendicidad); que cada vez se alargue mas la edad de jubilación y que cada vez las pensiones que se puedan cobrar vayan a ser menores, no afea el entorno. Que 600 familias de nuestra provincia se queden sin vivienda, no afea el entorno; que en el tercer municipio de nuestra provincia, San Andrés del Rabanedo, no se haya hecho ni una sola vivienda social en los últimos 12 años, no afea el entorno.

Lo que para esta política de la estética afea el entorno es que se peguen carteles en los muros de nuestras ciudades afirmando que es necesario cambiar todo esto, que existen otras alternativas a esta sociedad, que es necesario un cambio de valores sociales y en la política , que debemos participar en construir otro mundo mas justo y mas democrático que no abandone a ningún ciudadano o ciudadana en la cuneta empezando por nuestra localidad y municipio. Esos mensajes sí que parecen afearles el entorno.

Recientemente escuchaba a un político hablar de la ciudad como «escaparate», una preocupante verbalización que pone de manifiesto una concepción de la política como mera ornamentación del espacio, independiente y sorda a los verdaderos problemas que constituyen la «res publica». Espero que algún día se ocupen de cuidar a todas las personas tanto como aparentemente cuidan la estética.