Diario de León

LA 5ª ESQUINA

Las Misiones de León

Publicado por
JESÚS ÁLVAREZ COUREL
León

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Una de las grandes preocupaciones de la República Española fue el hacer llegar a los pueblos más apartados «aquellos elementos y frutos de la actual civilización que el hombre de las ciudades ha incorporado a su ordinario vivir». Los ideales de aquel momento buscaban acercar al campo el aliento del progreso, con el objetivo de elevar el nivel espiritual de los aldeanos y así estimularles a mejorar sus condiciones de vida que, por aquel entonces, no eran aceptables desde la pujante mentalidad urbana. En mayo de 1931, el gobierno de la República elaborará un catálogo normativo para el fomento de la cultura general, con clara orientación pedagógica y para mejorar la educación de los españoles.

Aquellas misiones tenían como meta el conocer algo más de las aldeas perdidas de España, conversar con los campesinos, jugar con los niños, proyectar películas, realizar audiciones musicales y leerles cuentos y romances. La primera de estas misiones se realizó en León, en el mes de mayo de 1932, en el valle de Valdeón; a la que siguieron Babia, Cabrera y Murias de Paredes. En Valdeón actuaron durante ocho días en Posada, Soto, Santa Marina y Caín, dejando a su marcha una gramola con su colección de discos, una biblioteca de 110 volúmenes y tres bibliotecas filiales de 30 volúmenes cada una. En Babia estuvieron 8 días por San Emiliano, Huergas, Riolago, Villasecino, La Majúa, Pinos y Torrebarrio. En La Cabrera fueron a Truchas, Quintanilla de Robledo, La Baña, Silván y Pombriego. Por estas aldeas, como no había luz, hubo que proyectar el cine con acumuladores. En Murias y Valle Gordo actuaron 8 días en Senra, Villabandín, Murias y Posada de Omañas, dejando cuatro bibliotecas populares.

Aquellas Misiones Pedagógicas, que entraron al Estado por la ventanilla de la ilusión, pasaron a mejor vida tras organizarse las manidas comisiones. Ramón Carnicer, después de su viaje por La Cabrera en los años 60, nos cuenta que «nada se había hecho al sobrevenir la guerra civil» y, terminada ésta, «siguieron planes, informes y comisiones, pero nada se hizo». Y es que «no basta la sustancia, también se necesita la circunstancia», que diría Gracián.

En la actualidad las misiones pedagógicas tendrían que ser al revés. Los últimos campesinos de cada provincia deberían llegarse hasta la capital para explicar el fracaso del progreso, para dignificar la agricultura y mostrar los buenos frutos de una conducta ecológica que permitió al ser humano, durante siglos, mantener un equilibrio con la naturaleza y que ha desaparecido gracias al descalabro de la cultura urbana... Había que hacer algo.

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