EL RINCÓN
Vistas al campo
Para distraerse, que no deja de ser una efectiva manera de huir, nada mejor que el deporte a condición de no practicarlo. Los atletas sentados, entre los que me encuentro, agradecemos mucho que la televisión nos mantenga en casa unos días, pase lo que pase fuera, aunque otro nos saque de nuestras casillas.
Hay programas infames, ciertamente. Expertos en la maledicencia y otros granujas más o menos fotogénicos nos salvan de otros peores. El gran Saramago, en una imposible definición del ser humano dijo que el hombre no es un ser racional, cosa que ya he demostrado la historia, sino «un ser inconsolable». Pues bien, su único consuelo semanal es el deporte. No lo saben lo que se deben quienes no les guste estar al tanto, ni a los tantos de los grandes goleadores y no sigan el -˜pichichi-™ o el Giro de Italia, con contador vestido de rosa en la cima del Etnau. Puede que todas esas cosas constituyan una frivolidad, pero ¿por qué habría de importarnos más lo trascendente que lo que nos divierte y consuela?
La liberación del -˜Alakrana-™ nos ha costado unos cuantos millones de euros, contantes y sonantes, aunque no hicieron ningún ruido sobre el mar, ya que fueron arrojados desde una avioneta en cilindros metálicos. Ahora se habla de eso y del escándalo sexual del director del FMI, que ha internado violar a una camarera, probablemente descontento con el desayuno que le servía en el aeropuerto Kennedy. El maduro cretino buscaba una satisfacción, pero se ha buscado la ruina. Ahora se enfrenta a veinte años de cárcel, sólo porque ella, en legítimo uso de su libertad horizontal, le dio de lado. ¿Por qué dedicarle tantas páginas a ese doloroso trance?, ¿no quedamos en que el escándalo había muerto? Es mucho más divertido asomarse a la actualidad deportiva, que es la que tiene de verdad vistas al campo. Al de fútbol y al de tenis, que debiera ser siempre de tierra dura, para mayor gloria de Nadal. Lo que llama frivolidad es un refugio.