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Publicado por
ENRIQUE CIMAS. PERIODISTA
León

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No es infrecuente oír frases como ésta: «Habrá crisis, pero en un restaurante, y en noche de sábado, no encuentras un hueco ni por casualidad»-¦ Esa expresión y otras por el estilo son producto de superficialidad de pensamiento. De no pensar dos veces en lo que se va a afirmar y, en este caso, de no reparar en las peculiaridades de tales cenas de fin de semana-¦ Lo cierto es que la hostelería suele registrar habitualmente una mayor demanda en esos días y a esas horas. Pero también es verdad que una porción de comensales «sabatinos», pertenece a un sector de gentes pudientes -al menos en el ahora mismo- y que disfrutan de rentas y emolumentos, estables-¦en ocasiones. Por lo mismo, compran, «restaurantean» y viajan. Viven, en suma. ¡Y oiga!, nadie se lo reprocha, faltaría más; salvo, comprensiblemente, en los casos de ostentación indebida o de agravio comparativo buscado-¦ En contraposición, aquellos que no tienen casi nada, que llevan los bolsillos más vacíos que los de un estudiante en lunes, y no gozan de ingresos «fijos en su cuantía y periódicos en su vencimiento», que tienen la incertidumbre por seña, o incluso carecen de ocupación laboral, esos, no reservan mesas ni los sábados, ni los miércoles. A veces -bastantes, mire usted- ni les alcanza para la parca provisión de la mesa de su casa; y tienen que malvivir. Trampear. Sufrir.

He ahí los grandes interrogantes del nuevo tiempo: ¿Pensamos seriamente en las necesidades más primarias del prójimo, como la del trabajo y sus naturales derivados: vivienda, comida, vestido? («Todavía, aseguraba un intelectual francés, nadie ha llegado a descubrir el sucedáneo del trabajo») Por su parte el Papa actual, poniendo de relieve la obsesión de su antecesor, el Beato Juan Pablo II, sobre la problemática laboral, recordaba que «las condiciones difíciles o precarias del trabajo hacen difíciles y precarias las condiciones de la misma sociedad» (-¦) ¿Nos percatamos, con dimensión solidaria, de que el agujero económico-laboral-social en nuestro entorno, es cada vez mayor y más hostil? ¿Nos vamos enterando de que a las puertas de las iglesias hay cada día más personas solicitando ayuda -absolutamente inaplazable- para la subsistencia de ellos y los suyos?... Cáritas, Manos Unidas y sus comedores de caridad están taponando como pueden el chorro amargo de las horas desoladas y opacas de mucho desempleado. El propio Benedicto XVI ha dicho, asimismo: «Tenemos que testimoniar, sin permanecer impávidos, el amor de Dios hacia el ser humano; con obras de caridad, y opciones de vida a favor de personas concretas; a partir de las más vulnerables, frágiles e indefensas».

Y el caso es que existe un procedimiento paliativo y eficaz: el de la Declaración de la Renta, al que es muy posible que ustedes estén dedicando particular atención en este momento del calendario. Me estoy refiriendo a una ayuda para-¦la ayuda humana y benéfica que ejerce de forma significativa Cáritas. Los gastos emergentes de la institución en el pasado año correspondieron, por ejemplo, al mantenimiento de comedores de caridad (800.000 personas); la asistencia a 90.000 hombres y mujeres que se beneficiaron de programas de empleo, así como a los 230 millones de euros, en concepto de inversión social de la Iglesia en 2.009. Atenciones que se cumplen, exclusivamente, mediante recursos que la propia Iglesia recauda de su grey, del pueblo fiel en primer término, y de parte de una sociedad -justo es reconocerlo- cada vez más solidaria. Debemos por ello alegrarnos con noticias, como la de que la X para la Iglesia haya sido materializara por más declarantes que en ejercicios anteriores. Y es previsible, por lo menos deseable, que a la vista de estos datos, la gráfica continúe in crescendo con tendencia a una subida exponencial. Es cierto, oiga: puede usted hacer dos obras buenas a la vez, porque la X de la Iglesia es compatible con la de «fines sociales».

No lo dude: no pierde nada con marcar el aspa. No le costará más, no le devolverán menos. Persona de bien, decía Cervantes que era la que iba en socorro del necesitado. Yo agregaría a ese bello pensamiento: persona de bien y leal cumplidora del Primer Mandamiento de la Ley de Dios.