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H ay muchos que quieren establecer paralelismos entre aquel mayo francés de 1968 y este mayo español de 2011. Han pasado cuarenta y tres años, y a veces da la impresión de que han pasado en balde. El descontento es el mismo, el ímpetu juvenil contra los muros egoístas es semejante, y nada me extrañaría que, entre los eslóganes ingeniosos que se leen en las pancartas de la Puerta del Sol aparezca un día aquella frase que jamás, desde que entonces la 'movida' me pilló estudiando primer curso de Derecho en la España franquista, he olvidado: «seamos realistas, pidamos lo imposible».

Eso es lo que me temo: que ellos -y nosotros, los que sentimos simpatía desde la distancia generacional y coyuntural por ellos_ estemos pidiendo lo imposible, fabricando la utopía. ¿Es posible un cambio real en las estructuras, que es algo que va mucho más allá del relevo de caras propiciado por unas elecciones? ¿Es posible una cierta -al menos eso- disminución de las distancias sociales, de las injusticias patentes? En suma, ¿se puede forzar, desde las manifestaciones en las calles, un cambio radical, o como mínimo importante, en la mentalidad de un poder acostumbrado a sus pompas y a sus glorias desde hace casi medio siglo? Tengo que ser escéptico, a la vista de los resultados de mayo-68: cuarenta y tres años después, en la Francia de las grandes revoluciones ideológicas se daba el caso de que el presidente era un personaje tachado de oportunista, susceptible de ser sustituido en El Elíseo por un personaje sedicentemente socialista llamado Dominique Strauss-Kahn. Entonces, ¿sirvió aquello para alg o más que sacudir las conciencias de entonces y dejarnos a cuantos lo vivimos -aquí, no mucho, por la censura entonces imperante- la sensación de que periódicamente estos saludables electro-shocks se repetirían?

Me parece que lo peor que le podría pasar a este movimiento, que en España ha dado en llamarse 'democraciarealya', y que en otros países europeos ha adoptado diversas llamadas desde las redes sociales, es que vengan los Cohn Bendit de turno, o los Willy Toledo de ocasión, a apropiarse de una u otra forma de él. Me preocupan algunos ataques indiscriminados a los medios de comunicación, me preocupan los que otorgan patentes de demócratas 'plenos' a unos y se las quitan a otros, me angustian los que se envuelven en lo que ellos llaman la 'verdadera' -¿la única?- democracia. Y, sobre todo, me inquieta la posibilidad de que la propuesta irritada de quienes el pasado domingo salieron a las calles de España y ahora centralizan la protesta en la Puerta del Sol pase fugazmente, como ha pasado el librito Indignaos , del veterano Stephane Hessel. De manera que el 23 de mayo, tras el incendio de estas elecciones, todo haya comenzado a olvidarse, para pasar a ser recuerdo, como aquel mayo francés... ¿Me permiten ser realista pidiendo lo acaso imposible, es decir, que qu ien tenga que entender el mensaje tome nota?