Diario de León
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Lo decía ayer un titular de este periódico: «La tristeza provoca cáncer». Tristeza es una de las palabras más bellas del castellano, en cuanto a palmito filológico, pero, estéticas aparte, uno prefiere colgar su ánimo en otra clase de perchas vitales. ¿Pero acaso se puede elegir dónde colgarlo? Sí, pero el mayordomo no lo hará por ti. La advertencia sobre los efectos negativos de dicho sentimiento sobre nuestra salud la ha hecho García Palomo, jefe de Oncología del Hospital Universitario de León, en la presentación de las conferencias que comienzan el lunes, en el Hotel Conde Luna, organizadas por la Asociación Española contra el Cáncer. Desde la antigüedad, se ha sospechado que la tristeza abre los cuarterones de nuestro interior a la enfermedad. Y no sólo ella, se nos advierte, también lo hacen el estrés y las preocupaciones. Afortunadamente, nuestro idioma diferencia el verbo ser del estar, no como Hamlet que hubo de conformarse con el ambiguo «to be». Pero no es lo mismo ser triste que estarlo. Lo primero conlleva constancia de comportamiento; lo segundo, emoción puntual. «Hay que ver los problemas como oportunidades» propone García Palomo, en el artículo de Carmen Tapia. Y «Oportunidad para llorar» es el título de una de las baladas más hermosas de Willie Nelson, quien muchos años después de haberla compuesto comentó que cuando la canta en los conciertos le gusta equilibrarla con otra más optimista, consciente de la responsabilidad que conlleva propiciar estados de ánimo, aunque sean efímeros.

Independientemente de cómo le vaya a cada cual con su nómina o con sus beneficios, España está triste. Las sociedades también enferman. ¿Quién tiene la culpa de esta tristeza? Todos, aunque unos más que otros. García Palomo reconoce que los monjes medievales se dieron cuenta antes que los científicos de que «comer poco es sano». Amen a eso, pero la tapa es irrenunciable, pues es alegría gratuita. Aunque como la crisis dure mucho, acabaremos todos sanísimos. Y sí, también unos más que otros. Vivi r es pena, penita, pena-¦ pero, hasta donde el cuerpo aguante, llevémoslo con una sonrisa heroica en los labios, como si fuesen galones. Nosotros podemos coger una baja-¦ nuestra esperanza, no.

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