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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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El difícil oficio de vivir no ha doblegado a don José Muñiz Alique, un personaje sobradamente conocido en León por su gran músculo moral y una trayectoria profesional marcada por la decisión y el compromiso. Los hechos son los adoquines sobre los que caminamos en nuestra existencia, y al protagonista de estas líneas le ha tocado moverse entre el barullo de la vida doméstica, debido a su numerosa prole, y unos vericuetos jurídicos por los que siempre se manejó como pez en el agua. El mundo en el que nació don José allá por 1911 era un lugar pequeño, pero mundo al fin y al cabo. No hacía tantos años que su padre, Sixto Muñiz, había regresado de la campaña de Filipinas y aún habría de presenciar dos Guerras Mundiales y un conflicto civil que sacó a relucir lo peor de los españoles. En vista de semejante panorama, aquel joven tuvo que agarrar la salida de incendios y encarar tanto las flechas como las mercedes de la diosa Fortuna.

Racional y cartesiano por encima de todo, el gran patriarca de la saga de los Muñiz supo sobrevivir en el León herido de la posguerra, tiempo de austeridad y cartillas de racionamiento, a base de trabajar siete días a la semana y 365 días al año. Se jubiló en silencio, sin pompa ni boato, pero manteniendo siempre el temperamento luchador y amable que ha sido su mejor signo distintivo. Caballero sin miedo y sin mancha, tal como le definen algunos de sus viejos colegas, don José ha cumplido el centenar de primaveras sin perder el contacto con la razón ni con la racionalidad, lo que resulta un milagro en los tiempos que corren. Los hados del destino fueron generosos con él y ahí sigue, rodeado por una retahíla de descendientes que aseguran el hecho sucesorio en la familia Muñiz. El antiguo explorador del rey que desfilaba con marcialidad por las calles de León ya luce sus cien años y aún conserva, a pesar de los atropellos de la edad, un corazón grande y risueño.