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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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Miles de personas, muchos centenares de miles, tomaron la víspera. El movimiento 15 M tiene mando en plaza, no sólo en la Puerta del Sol, que es la Plaza Mayor de las Españas, sino en todas las grandes ciudades y en otras pequeñas y más chicas donde el eco se pierde por las bocacalles. El guirigay ha perturbado la reflexión, pero hemos reconocido su razón de ser y de estar indignados. Los descontentos tienen no soóo derecho a expresarlo sino obligación. Se han hastiado de los vividores de la política que les impiden vivir, del egoísmo de los financieros, del bipartidismo, del trescientoseurismo y de la madre que parió a los que mangonean la madre patria. El Gobierno puede que esté entre la espada y la pared, pero no puede estar sordo como una tapia.

Después de esta estruendosa víspera vendrán otras y necesitamos silencio para oír entre las voces, alguna que otra. Todos hablamos el mismo idioma cuando estamos callados. Por eso el silencio es la «verdadera lengua universal y de oro», a condición de que no sea impuesta. Se suele decir que «hablando se entiende la gente», pero eso es imposible si hablamos todos a la vez. No le hemos caso a la normativa que imponía recogimiento para reflexionar, o sea, para reflejarnos en nosotros mismos. El peligro mayor es que se rompan los espejos, que como se sabe es cosa que atrae la mala suerte.

La derrota gubernamental tendrá continuación en los números próximos, en vista del éxito conseguido por los acampados, que han ofrecido una lección de civismo. Lo único que han hecho añicos ha sido el silencio. Lo van a necesitar para luego, pero luego es hoy, por la noche.

Cada partido querrá sacar algo en limpio, incluso los que practican un juego más sucio, pero nosotros debemos sacar conclusiones. Es urgente que cada uno se reúna con él mismo. Nadie nos puede desalojar de nuestro interior. El problema es que sepamos ser dignos de nuestra indignación.