TRIBUNA
Dos sombras sobre Rumanía
Creo no equivocarme si asevero que sobre Rumanía hoy planean dos sombras, aunque de signo bien distinto. Una oscura y terrible y la otra negro raso emocionalmente atractiva. La terrible o de infausto recuerdo se llama Nicolae Ceausescu, presidente megalómano y genocida pasado por las armas junto con su esposa Elena por los militares en la navidad de 1989, pese a lo cual su presencia invasora, insisto, habla con desencanto desde la impresionante mole blanca de la Casa del Pueblo, hoy Palacio del Parlamento rumano y edificio de usos múltiples, el segundo más grande del mundo tras el Pentágono, como también habla, eso sí, con nostalgia en algunas minorías raciales, ciertos obreros atacados por la epidemia del paro y bastantes campesinos que aún aran la tierra con caballos de crines bien adornadas, los mismos que transportan la hierba u otros materiales excesivamente cargados en carros con ruedas de goma por carreteras asfaltadas desafiando a los coches, o mejor conviviendo con ellos, que para eso llevan matrícula, aunque a veces esté medio rota o apagada y también en algunos otros con la desesperación alta; nostalgia que no sorprende, pues todos los dictadores cuando desaparecen dejan una estela de añoranza en sus secuaces contemporáneos y posteriores, si no piénsese en Franco. Incluso ahora, treinta y cuatro años después de su muerte hospitalaria nos topamos con fieles, aunque escasos, seguidores, tal y como le ocurre al dictador nacido en Scomisesti.
Mas no conviene detenerse demasiado en el último dictador europeo, denominado a sí mismo conducätor, quien eligió como directora arquitecta a Anka Petrescu para construir el referido edificio blanco que arrasó con barrios enteros de la zona alta de Bucarest, doce iglesias, dos sinagogas y tres monasterios, y quien exterminó a cuatro mil manifestantes en la ciudad de Tarzán (Johnny Weissmüller), la bella, cultural e industrial Timisuara. No obstante, como una especie de compensación, en la actualidad prosigue una sombra más atractiva, imaginativa, creadora, abrazadora, hilarante, gozosa, nutriente que la del líder autoritario. Una sombra a carta cabal, que día a día va a más. En torno a ella han surgido y surgen restaurantes, hoteles, posadas, congresos, periódicos ceremoniales, ella, inspirada en la historia, según algunos, del rumano Vlad Tepes, el «empalador», atravesadora de un castillo, el de Bram, incluso de una región entera tal es Transylvania. Me refiero a las extrañas e intrigantes andanzas o aventuras del conde Drácula, internacionalmente popularizado gracias a la famosa novela del irlandés Bram Stoker, que, incomprensiblemente, nunca ha sentido la necesidad de viajar a Rumanía y recorrer la ruta de ese conde con caninos generosísimos, posteriormente llevada al cine y a los comics de forma asimismo exitosa.
Sombras atrás, visitar Rumanía , el país de la eminente doctora-gerontóloga Ana Asland, cuya clínica ha sido visitada y revisitada por figuras tan dispares como Charles de Gaulle, Indira Gandhi, Marlene Dietrich, Silvester Stallone u Omar Sharif, merece la pena, aunque sólo sea por adquirir las cremas gerovital, a ella debidas. Pues dado su efecto reparador, según cuentan, y su económico precio no hay ni que planteárselo. Tanto es así que las mujeres turistas, sobre todo, entran a mogollón en las farmacias expendedoras, es decir, en todas, que, por cierto, abundan y cargan de tal modo que las maletas al retorno pesan varios kilos más. Hombre, el resultado no va a ser el de la cirugía estética practicada a Isabel Preysler, pero bueno, con bastante menos se conforma una.
Sin embargo, recalco, merece la pena visitar el país de Paul Celam y Nadia Comaneci y ganar la paz de sus tan abundantes como valiosos monasterios, que a la mente me viene el de Voronet, conocido como la «capilla Sixtina» del arte de Oriente, o el mismo Moldovita. Conocer, vivir la paz monacal; su paisaje lacustre y montañoso; el colorido azul, verde, rojo de sus trenes y la larga estirpe religiosa, conviviente de este pueblo sembrado de iglesias de diferente credo, sobre todo ortodoxas, seguidas de evangélicas y católicas, bien concurridas las últimas de gente joven, cosa que en nuestra España no ocurre, por lo común.
Este pueblo que el Domingo de Ramos festeja a todas las personas identificadas con floridos nombres: Rosa, Hortensia, Narciso/a, Jacinto/a, Violeta, Florinda, Margarita, Floro-¦ Este pueblo integrado, en parte, en la Unión Europea, pues i nvoluntariamente aún no maneja el euro en su mondo y lirondo vivir cotidiano, algo que tardará todavía, pues a esta altura de la película un euro vale cuatro lei. Eso sí, hay que reconocer que los lei están mejor confeccionados que los euros que tienen como base el papel. Que ¿por qué digo esto? Lisa y llanamente porque los euros son atacados por el agua y los lei, de suave tacto, no, que a la mente me viene el pequeño monasterio de Sinaia con su pequeño pozo dotado de una diminuta fuente chorreante sobre un ejemplar muestrario crematístico depositado por lo visitantes. De ahí que sospecho que el plástico no anda lejos. Ahora bien, contr ariamente a lo que podría esperarse en aeropuertos tales como el bucarestino en las tiendas gr andes del tipo Duty Free, no aceptan lei, mandando el euro y sólo el euro.
Y dicho lo cual: la revedere, Cristina; la revedere, Remus. Escribo en la luz.