La opinión del lector
Desperdiciar el talento, premiar la mediocridad
Tristemente ese parece ser el slogan del sistema educativo actual. No se trata de buscar a grandes genios, mentes sobresalientes que consigan absorber y procesar toda la información como auténticos ordenadores. El prototipo de alumno modelo es aquel que permanece callado cuando los demás ríen, el joven sumiso que acepta todo lo que sucede a su alrededor sin cuestionarse nada, sin tener dudas, sin «molestar».
La vocación de ser profesor se ha ido con el viento, ahora esa palabra se ha convertido en un concepto antiguo y obsoleto, enseñar a los demás se ha convertido en una forma sencilla de ganarse la vida, sin tener responsabilidades, en la que muchos tratan de hacer su trabajo más fácil fomentando la asistencia de borregos a las clases, de personas que se dejan guiar sin cuestionar una orden, que solo tratan de superar otro día más de su monótona existencia. Mientras personas brillantes y verdaderamente inteligentes que no necesitan encerrarse en una cárcel de doce metros cuadrados durante cuarenta y ocho horas seguidas para sacar un sobresaliente desaprovechan su tiempo y son infravalorados por sus profesores, otras mediocres, y por qué no decirlo muchos de ellos sin demasiadas luces, son apoyados y ensalzados. Al parecer en la sociedad en la que vivimos, si se quiere tener éxito en la carrera escolar, es más importante tener familia dentro del ámbito de la enseñanza, que tener una aptitudes extraordinarias de compresión y aprendizaje. ¿Cómo es posible que todavía a alguien le sorprenda que la mayoría de los logros importantes en la vida de una persona se deban en buena parte a sus contactos e influencias en las altas esferas?
La labor de un profesor consiste en algo más que ir a clase, y limitarse a hablar durante cincuenta minutos. Ellos están formando a personas; sus alumnos serán los nuevos médicos, abogados, ingenieros, periodistas. Éste podría ser un mero texto crítico, y sin embargo, debería servir para ver que el origen de las grandes crisis, no sólo está en los gobiernos, en los bancos, en las grandes multinacionales. También está en la educación de los jóvenes.
Miriam Fernández. LEÓN