PANORAMA
¿Entenderán?
Harán los perdedores examen de conciencia y propósito de la enmienda? ¿Entenderán los que han ganado que, a pesar de todo, la calle, las plazas han dejado un mensaje de que no todo vale en política y que hay que cambiar muchas cosas? ¿Entenderán los que tomaron las calles, y siguen en ellas, que hasta los que simpatizan con ellos, apuestan sin dudarlo por la democracia de las urnas?
De momento, el PSOE no sólo no cree que debe reflexionar, sino que iniciará un proceso de primarias -el duelo a navaja entre dos candidatos irreconciliables- que puede ser más autodestructivo que el veredicto de las urnas. La derrota tiene un nombre y ese hombre ha decidido, además, retar al PP a presentar una moción de censura. Con un Gobierno paralizado por la inacción, con unos sindicatos y una patronal que no son capaces de entenderse para hacer las reformas imprescindibles, con una economía bajo vigilancia y un Parlamento incapaz de sacar las leyes prometidas cuando queramos darnos cuenta no habrá nada que administrar.
En algunos casos, ya no hay más que deudas. En los ayuntamientos y en las comunidades autónomas a muchos no les llega la camisa al cuello. En parte, porque muchos nuevos regidores lo primero que harán es poner en marcha una auditoría, mirar debajo de las alfombras. Y, además, decenas de miles de cargos públicos con carné del partido, sin otra experiencia laboral que la Administración, empiezan a recoger sus cosas. ¿Dónde irán? Sobran muchos funcionarios inútiles -que no se equivoquen y quiten a los que trabajan- y no hay un duro en la caja fuerte. No habrá casi nada de lo que algunos candidatos habían prometido. Ni un banco público para empresas y familias; ni una oficina de atención a los sobreendeudados; ni la dación en pago de la vivienda y punto final a la hipoteca; ni cines, libros y teatro a un euro para todos; ni la creación de museos faraónicos; ni salud dental gratis; ni Universidades para mayores de 55 años; ni créditos-salario para jóvenes menores de 35 años sin trabajo. Eso y mucho más habían prometido. Pero no hay un euro para hacerlo.
Entramos en los «minutos basura» de la legislatura. Hay un personaje que debe estar a punto de tomarse la cicuta. El viejo catedrático llamó a la rebelión a los madrileños resignados y les exigió que acabaran con «esos sectores casposos, llenos de rencor y sedientos de riquezas» (sic) y que votaran a Tomás Gómez «en defensa de nuestra dignidad para evitar la catástrofe moral que supondría una derrota». Lo siento. El profesor, que en nada recuerda al «viejo profesor», dice que «no hicimos la guerra (perdón, la transición) para esto». Viejas batallas del odio. Ahora lo que importa es tratar de salvar los muebles, crear empleo pagar las deudas sobrevivir. La derrota tiene un nombre propio y miles de damnificados.