FRONTERIZOS
Miradas de aquí
L a fotografía es un oficio a extinguir. Me lo repite insistentemente mi amigo, el fotógrafo pesimista. Como uno es un poco más optimista, me resisto a c reer que el arte que, junto con el cine, ha nacido con el siglo XX y ha documentado este tiempo magistralmente pueda morir de éxito por la avalancha tecnológica y la universalización de su uso. Ese vicio de mirar con el ojo tecnológico nos ha dejado la memoria de un tiempo y gracias a él sabemos hoy cómo eran las cosas ayer. Es cierto, sin embargo, que uno habla de arte y mi amigo de oficio.
Arte y oficio reúne el trabajo de dos fotógrafos ponferradinos que van a coincidir en sendas exposiciones que nadie en Ciudad del Puente debiera dejar de visitar. Sólo un pequeño accidente casero le impidió a Vicente Nieto Canedo acudir a la inaugurada en el Campus unos días antes del vértigo electoral, sin que sus cerca de cien años le restaran entusiasmo para estar en su pueblo. En el Museo del Bierzo está previsto presentar en junio una amplia exposición de la obra de Amalio Fernández. Como avance, el día en que hubiera cumplido cien años se dio a conocer un libro y una atractiva web en la que se puede comprobar la calidad de su trabajo. Un libro que, para mayor gozo, se anuncia como el inicio de una colección dedicada a ese género.
Vicente se inició en el arte de retener la mirada en las viejas calles de Ciudad del Puente. Con una cámara casi de juguete recorri ó luego el frente de Madrid durante la guerra aportando una ingente cantidad de material de un enorme valor documental. Y hasta bien entrados los años sesenta dejó testimonio de un país en blanco y negro, neorrealista y pobre, cuyos campos eran lentamente fagocitados por el hormigón. Aunque aficionado desde su juventud, Amalio no tuvo su primera cámara hasta mediados de siglo, pero con ella recuperó el tiempo perdido y dejó un inmenso archivo de varios miles de fotografías en las que el Bierzo tuvo especial protagonismo. Un Bierzo hermoso de brumas, piedras antiguas y ancianos con ojos de niño. En un país tan dado a tirar a la basura su patrimonio menos valorado económicamente, la fortuna ha querido que ambas colecciones hayan terminado en buenas manos. El Ministerio de Cultura ha adquirido la de Vicente y la paciencia del hijo de Amalio ha conservado el legado del padre. Trabajos previos sobre la obra de otros fotógrafos históricos como González Nieto o Alonso Villarejo aportan una nómina de artistas bercianos de una extraordinaria calidad, que cuenta actualmente con brillantes seguidores. Para los eruditos queda la búsqueda de explicaciones a este extraño fenómeno en una tierra tan refractaria a los asuntos culturales. A los ciudadanos nos quedan sus miradas, en las que todos estamos.