LA VELETA
El final de ZP
N adie antes había tenido tanto poder orgánico en el PSOE. Nadie antes había mandado tanto, controlado tanto, dirigido tanto. Ni Felipe González, al que el socialista vasco Txiki Benegas calificó en aquella famosa conversación a través de la motorola de «Dios», gozó de esa privilegiada situación. Pero la política tiene estas cosas. Cuando estás arriba nadie te tose, nadie te cuestiona, nadie se atreve a llevarte la contraria, pero en cuanto se empieza a vislumbrar tu caída, tu final, las lanzas se vuelven tornas.
La situación del por ahora presidente del Gobierno y secretario general del PSOE empieza a ser patética. Primero, meses antes de las elecciones del domingo, algunos barones de su partido -que ya han dejado de serlo tras el veredicto de las urnas- le obligaron a anunciar que no iba a repetir como candidato e incluso le pidieron que no apareciera por su comunidad autónoma durante la campaña electoral. Después, el 22-M, una mayoría de españoles sacaron adelante una auténtica moción de censura contra Zapatero, dándole un revolcón en las urnas. Y ahora, son cada día más las voces de destacados dirigentes socialistas que plantean sin ningún reparo que se vaya ya, porque en definitiva eso es lo que supondría la convocatoria de un congreso extraordinario en el PSOE: la elección de un nuevo secretario general sin esperar a las próximas elecciones generales.
Si hablásemos de una persona normal, lo lógico es que el próximo sábado, en el Comité Federal de su partido, Zapatero anunciase que esa misma tarde hacía las maletas, dejaba la Moncloa, la secretaría general del PSOE y se volvía a León. Pero no estamos hablando de ese tipo de persona. Zapatero tiene tan alto concepto de sí mismo, que le impide ver la realidad. Se resiste -eso es humanamente comprensible- a salir por la puerta de atrás, a pasar a la historia como el peor presidente del Gobierno que ha tenido España desde hace muchos años. Pero lo dramático para él es que cuanto más tiempo tarde en irse, las posibilidades de que sean los suyos quienes le arrojen por la ventana son cada vez mayores.
Mientras tanto, los ciudadanos, los mercados internacionales asisten atónitos al «espectáculo» que están dando los socialistas. Con una cifra de cinco millones de parados, con unas negras perspectivas económicas a corto plazo, con la necesidad imperiosa de que el Gobierno siga adoptando medidas y llevando a cabo reformas para intentar salir de esta situación, resulta que el partido en el Gobierno, después de haber sido castigado duramente por los españoles en las elecciones del pasado domingo, se entretiene en un debate sobre galgos o podencos: primarias o congreso extraordinario para elegir al repuesto de Zapatero. Después, que no se extrañen los políticos del casi millón de votos en blanco y nulos que hubo en las últimas elecciones.