Diario de León

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Movimiento 15-M, la hora de la retirada

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El movimiento 15-M ha dado la vuelta al mundo mucho más allá de lo que sus promotores, que gestaron Democracia Real Ya en el ámbito universitario, podrían imaginar. Los acampados de la Puerta del Sol, de la plaza de Cataluña, de Botines y de muchos otros puntos del país y del extranjero concitaron una corriente de simpatía por encima de las adscripciones políticas. Lo hemos visto de primera mano en San Marcelo y sin duda hemos asociado la idea de la simpatía y la complicidad a rostros conocidos de la calle de todos los días, de la vida diaria en la Universidad o los institutos y de los fines de semana en el Barrio Húmedo. Pacíficos, organizados, respetuosos, ingeniosos e imaginativos, han planteado aquí y allá cuestiones con las que es muy difícil discrepar. Quizá lo entendió así el Gobierno, que se cuidó mucho de ordenar la disolución de las concentraciones, aun sabiendo que el sentido común, es decir, no desalojar, chocaba con los criterios legales expuestos por todas las instancias judiciales.

Con las excepciones de descabellada, desmedida y violencia actuación de los Mossos d`Escuadra, que desataron la ira ciudadana, y la puesta una vez más en evidencia de Esperanza Aguirre, que exigió en el tono que acostumbra que se desalojase por la fuerza el espacio público, no hubo mayores problemas, porque todo el mundo entendió, el Gobierno y los ciudadanos, que el movimiento acabaría languideciendo por hastío, por no perpetuarse, por evitar convertirse en un estorbo para el ciudadano o sencillamente porque muchos de los acampados, lo hemos visto en León, son jóvenes estudiantes que en los próximos días han de enfrentarse a los exámenes universitarios, a las pruebas de acceso o a la selectividad. Aunque todavía no se van, han abierto un camino para organizarse en actores políticos que irrumpan en la vida institucional relegando a los cuarteados partidos. Pero habrá que convenir que todo tiene un límite en el tiempo y los acampados deben comprender que para conservar viva la llama que han encendido no es imprescindible mantener la ocupación del espacio público aun cuando esta ocupación sea pacífica.

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