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Ponferrada

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Qué le importa a Cimpor, que es una empresa portuguesa, el aire limpio del Bierzo? ¿Qué le importan a Enel, de capital italiano, los compromisos que había adquirido Endesa para investigar la combustión limpia del carbón o para instalar en la térmica de Compostilla grupos de ciclo combinado? ¿Qué le importa a nadie que no viva aquí, lo que nos pase?

Los directivos de Cimpor, estoy seguro, no tienen una incineradora de neumáticos junto a sus casas. No viven en Toral de los Vados. Y los máximos responsables de Endesa, que estos días han renunciado a concurrir a una jugosa convocatoria de subvenciones de la Comisión Europea, residen en Italia y lo que suceda con el carbón que los mineros extraen en lugares como Igüeña o Caboalles de Abajo se la trae el pairo si no ven en ello un beneficio económico inmediato.

Pero este es el mundo en el que vivimos. Algunos quieren cambiarlo y llevan dos semanas acampados en la Puerta del Sol, en la Plaza de Catalunya, frente al palacio de Botines en León, o alrededor de una farola en la plaza del Ayuntamiento de Ponferrada. Son los indignados. Ya tienen un nombre y un libro de cabecera de poco más de sesenta páginas, no hacen falta más, escrito por un anciano nonagenario que fue miembro de la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Están al paro. Están buscando trabajo. Son jóvenes en su mayoría y tienen tiempo de pasar el día y la noche en las plazas públicas y de paso, demostrar que la libertad de los ciudadanos para quejarse está por encima del libre mercado. De los pactos políticos. De los mensajes falseados. De los especuladores. De los empresarios que viven en Italia y no cumplen su palabra, que viven en Portugal o en Brasil, y tienen una frontera por delante o les separa un océano de los problemas que generan.

Escribo estas líneas con 150 euros en el bolsillo. Los he sacado del cajero automático. Yo no duermo al raso. Tengo un trabajo. Unos horarios. Pero puedo ir al banco, el mismo que hace unos años me concedió un crédito hipotecario y hoy se lo pensaría dos veces antes de volver a dármelo, y sacar los 150 euros de la cuenta que han recomendado los acampados del 15 de mayo para trasladar un mensaje claro a los que nos gobiernan, que son los que manejan el dinero, no se engañen. Y el mensaje dice que no somos ovejas. No estamos balando.