Diario de León
León

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Si han sobrevivido a la sobredosis de política que inhalaron en este mayo corran a esconderse, que llega la toma de posesión, el momento del inicio del viaje al más allá, el sueldo de seis mil euracos del vellón, la prebenda, el trato de excelentísimo, señor, la realidad a través del cristal tintado. Hay que tener estómago para meter al bolso todos los meses cuatro o cinco mil euros, seis mil más iva, lo que venía a ser un kilo en la edad de la peseta, mientras se pasea por una calle emparedada por carteles de sevende , descoloridos por el tiempo, sealquila , setraspasa , del cierre de negocio; callo en el papo para amarrar cada año más de sesenta mil euros por la dedicación a la cosa pública mientras se sortean parados y gentes a las que ya no les queda más que Cáritas; -en el próximo mandato deberían añadirle a la calle Sierra Pambley el nombre de última salida, en honor a la llama que mantiene viva la organización diocesana, aunque sólo fuera por justicia social-; hace falta cirujano estético para disimular la cara del que se monta en la política en un lugar desazonado e iguala la compensación económica con el mundo holgado, sin cargos de empobrecidos y penurias. Ese es el panorama que se vive en la calle, en el submundo desatendido en el que cada día se cruzan más desahuciados con más políticos lustrosos. En ese encuentro fugaz no hay limosna ni codazo. Sólo la realidad de la brecha abismal que separa los dos grupos que habitan esta tierra: los privilegiados y el resto. Ese es el panorama. Hemos logrado una involución social impensable mientras en la última década nos dedicamos a escuchar discursos en lenguaje esdrújulo, el que atenúa la gravedad y disimula las realidades, sobre derechos ciudadanos y bienestar.

El amanecer de hoy ha sido más amargo que el de anteayer para más gente; por eso resultaría decoroso y agradecido para la sociedad que los poderosos que pasan por la urna -ésos que atienden a la orden del que quiera mandar que se presente a las elecciones, que diría Zapatero- dieran un paso al frente y bajaran un piñón la escalada de los sueldos que emanan de los propios damnificados del sistema, a los que no se les regalan exenciones fiscales junto a la cartilla de racionamiento. Por higiene, por respeto, por principios, por decencia, que esos sueldos plutocráticos son una provocación en tierras tan castigadas por la política; como León.

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