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Publicado por
MIGUEL ÁNGEL VARELA
León

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Ha dibujado a golpe de zancada el mapa sudoroso de los caminos del Bierzo y el rastro de polvo que ha ido dejando es el documento de nuestra queja. Es nuestro Colin Smith, aquel muchacho de clase obrera que protagonizó «La soledad del corredor de fondo», la película de Tony Richardson que fechó el nacimiento del free cinema inglés. Colin corría para escapar de la policía, sin saber porqué, «sin una meta aunque la gente te esté vitoreando». Corría para desafiar a la autoridad y ganar su propia autoestima. Miguel Martínez Basurco sabe porqué corre, sabe que no está solo, pero desafía también a la injusta decisión de la autoridad con su mejor arma, con su carrera reivindicativa y concienciadora contra la incineración, contra el veneno que nos amenaza como un gigantesco pepino con e.coli, un pepino negro que no queremos que arda porque su presencia en la mesa de la comarca convertiría esta tierra en un infierno sin futuro.

Basurco ha nacido para correr y los caminos silvestres de Villafranca conservan sus sufridas huellas de atleta que trabaja diariamente para enfrentarse a desafíos reservados a unos pocos superdotados. Ha corrido bajo el sol el desierto africano, en los campos de Maratón abonados por los soldados persas y atenienses desde hace veinticinco siglos y en el circuito urbano montado para reclamar la instalación de centros universitarios en el Bierzo hace bastantes años menos. Ahora ha hecho siete maratones en siete días, casi trescientos kilómetros en una semana de esfuerzo que Basurco ha culminado invariablemente al pie de la cementera donde se pretende consumar el crimen.

La comarca del Bierzo ha pagado un alto precio a lo largo de los últimos cien años por su desarrollo vinculado a la minería carbonífera en «una euforia que no dejó ver la destrucción masiva del sistema ecológico», como ha explicado paralelamente a la carrera el científico bembibrés Ángel Alonso, directivo del Centro de Investigaciones sobre el Cáncer de Heidelberg. Los proyectos de incineración con los que nos amenazan, con sus dioxinas y sus furanos, tóxicos, persistentes y bioacumulables en la cadena alimenticia, hundirían los principales recursos con los que esta tierra puede hacer frente a un incierto futuro sin minería: la agroindustria y el turismo cultural respetuoso con el medio ambiente y el patrimonio natural heredado.

Basurco, como su compañero de lucha José Luis Prada, no acostumbra a declaraciones melifluas. A él se le entiende todo y en la salida de Bembibre dejó claras sus intenciones: «Tenemos dos cojones y como sean capaces de quemar les destrozamos el garito». No sé si ha quedado suficientemente claro. Es el poder de Basurco, nuestro arma de construcción pacífica.

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