Diario de León
Publicado por
JUAN MIGUEL ALONSO VEGA. PROFESOR Y ESCRITOR
León

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Asistimos en las últimas semanas a un movimiento ciudadano original, distinto a todo lo visto hasta ahora y animado por el hartazgo que genera un sistema político corrupto, alejado sideralmente de las preocupaciones y necesidades ciudadanas e instalado en la autocomplacencia de unas élites que faenan esencialmente por la salud de su estatus personal y el de las estructuras que los sustentan, los pa rtidos.

Vaya por delante mi simpatía y admiración por estos indignados que han dado un paso al frente para gritar algunas verdades difíciles de refutar: el enquistamiento de la inmoralidad en nuestra res publica, el déficit democrático que genera en nuestras instituciones una ley electoral pensada por y para los dos grandes partidos y la crueldad de unas políticas antisociales que anteponen el dictado de los mercados a la soberanía de los estados, dejando por el camino un reguero de víctimas ( jóvenes, parados, pensionistas) que nada tuvieron que ver en el origen de la madre de todas las excusas: la crisis.

Mientras tanto, los actos de contrición primeros han desaparecido del escenario político y financiero, y hemos regresado con más fuerza y descaro, si cabe, a la política de dádivas y agradecimientos en forma de primas y remuneraciones variables para los mismos que han llevado a nuestra economía al borde del abismo. Y lo que es peor: se ha instalado definitivamente la idea de que no hay más opciones, de que no caben más políticas, de que la resignación es no sólo una virtud cristiana, sino democrática.

Que, en medio de este paisaje, miles de hombres y mujeres de toda edad y condición hayan salido a la calle, tomado las plazas y levantado su voz contra el atropello sistemático de nuestros derechos, me reconcilia con la ciudadanía, con el concepto de ciudadano como sujeto y protagonista esencial de la Política, escrita así, con mayúsculas, tan alejada con la pequeña política, secuestrada por los partidos políticos y sus armadas mediáticas.

Sorprende la respuesta de algunos que reclamaron no hace mucho la revolución por la intolerable situación del país y que ahora, relajados quizás por la cercanía del poder, desprecian a sus conciudadanos aduciendo argumentos conspiratorios o estéticos. Respecto a los primeros, sería cómico, si no fuera patético, creer que ETA, Rubalcaba, Al Qaeda o Botín, por citar sólo a algunas de las manos negras citadas por los hermeneutas del TDT, están detrás de estas movilizaciones. En relación a los segundos, el perroflautismo está muy bien, pero resulta insoportable cuando se instala ante nuestras delicadas pituitarias.

Entre estos -˜desarrapados-™ he encontrado estas tardes abogados, médicos, profesores, electricistas, ferroviarios, currantes de todo tipo, estudiantes, muchos estudiantes y abundante ancianidad que han acudido también a la llamada de este concejo urbano. De manera que no conviene confundir la melodía.

Me acerco a Botines algunos días y descubro en esas asambleas populares la reivindicación valiente del viejo ágora, de la palabra, de la propuesta, de la controversia pacífica, del relato personal, de la anécdota. En todas ellas anida la búsqueda de un nuevo paradigma democrático, más cercano a la realidad que cualquier programa político, más humano e infinitamente más sincero.

No quiero pasar por alto el ejemplo de tantos jóvenes que se han convertido en la columna vertebral de este movimiento. Ellos, a los que tantas veces se ha acusado de inhibición, de pasotismo, de ser alérgicos a la política se han convertido en la vanguardia de esta lucha por la dignidad democrática. Mi admiración y reconocimiento por la hermosa lección que nos dan estos días.

Desconozco el futuro que espera a este movimiento ciudadano. Seguramente encontrarán dificultades para encontrar nuevas formas de organización, nuevos modos de expresarse, para sostener en el tiempo sus demandas, para evolucionar sin ser derrotados por las trabas legales o por la manipulación mediática, pero una cosa tengo clara: la primera batalla ya la han ganado, la de la conciencia y la dignidad.

Ya nada será igual a partir de ahora. No hay más que ver la cara desorientada de unos, las exigencias envenenadas de otros que piden mano dura para acabar con estos acampados por razones «de salubridad», mientras ellos mismos son incapaces de contener bajo sus alfombras palaciegas el hedor de sus miserias.

Una parte importante de la ciudadanía se ha levantado y, entre sus manos levantadas, corre un aroma a primavera que hace más hermosa la ciudad.

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