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León

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Se vieron anteayer en Castroverde de Campos, en Zamora, muy cerca del límite con León, el presidente del Gobierno y el de la Junta en una reunión sorpresa, o no tanto, en la que sabe quién cocinó el encuentro y quién los pichones los pichones con berza. Y era aparentemente para nada, una cita de amigos que conmemoraban otras anteriores con el anfitrión. Pero salió un titular apenas visible entre la información política, casi monopolizada por la constitución de las Cortes de Castilla y León: Zapatero se comprometió ante Herrera a que las obras de la autovía León-Valladolid y las del AVE continuarían a buen ritmo. En principio palabras huecas a la vista de los inexplicables y clamorosos parones que han sufrido las primeras y sucesivos aplazamientos de las fechas de conclusión de unas y otras. Palabras huecas si no fuera porque la constatación de la realidad avala, al menos de momento o al menos casualmente, el compromiso del presidente del Gobierno en ese sentido: sólo en el tramo de autovía de ocho kilómetros entre el Portillo y Puente Villarente trabajan 150 operarios y 70 camiones. Y efectivamente las obras avanzan a buen ritmo.

Más espectacular es todavía la obra del AVE, con fabulosas estructuras en todo el trazado desde Sahagún hasta la capital, pero especialmente llamativas en el caso del puente sobre el Esla, a la altura de Palanquinos, y la elevación en el perímetro de Grulleros, al margen de las complejas intervenciones en el entorno de la capital. Un solo dato, muy significativo, avala precisamente esa complejidad y la magnitud de la obra que se está llevando a cabo para que la alta velocidad llegue a la estación provisional de la capital en el plazo comprometido de finales del próximo año: 3.000 operarios trabajan en estos momentos en el tramo entre Valladolid y León, 700 de ellos en la provincia. La permanencia todavía durante mucho tiempo en la zona de técnicos y operarios de grandes empresas de todo el país tiene un efecto benéfico sobre los servicios, especialmente la hostelería. De manera que, superados los obstáculos y pese a la crisis, son dos buenas razones para un relativo optimismo.