Diario de León
León

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Nos hemos quedado sin el concierto de Sergio Dalma. El dinero es de ciencias: objetivo y rotundo. El intérprete exigía cobrar por adelantado, algo habitual en el gremio. No había cómo ni con qué. Y dado que la posibilidad de que el nuevo concejal de Fiestas se topase por Ordoño con la lámpara de Aladino y se le concedieran tres deseos era algo remota, se ha hecho bien en cancelarlo. Eso o intentar que Dalma nos silbase algo por módico precio. Lástima, porque este cantante es de los que no se limita a mover los labios.

Por su parte, el alcalde, Emilio Gutiérrez, nos ha deseado a los leoneses que «seamos plenamente felices» en estas fiestas. Oído, cocina. Marchando una de felicidad. La mía, en su punto. Ni muy cruda, ni muy hecha. Se trata de un sentimiento al que no se le puede capturar a perdigonazos, ni echando la caña a ver si pica. Hay que salir a buscarlo en romería interior. Lo que pasa es que algunos días uno no tiene los adentros para nada, y necesita un empujón vital. Por tanto, no le prometemos al alcalde que seremos «plenamente felices», qué más quisiéramos, pero algo se intentará. Años ha, en Madrid, Galván hizo aquella propuesta para que en las fiestas el personal se emporrase. Uno prefiere una felicidad más de andar por casa, menos alucinógena: que nos toque la primitiva, una cita con Eva Mendes, picotear por el Húmedo, vamos, lo clásico. Hablando de clásicos, Rafael ha declarado: «Hay que examinarse cada día en ser feliz». Vale. Y sin copiar.

Mientras, los indignados leoneses, son cada vez más. Estamos ante una proclamación colectiva del derecho a la felicidad. No me gusta todo lo que veo ni todo lo que oigo en sus concentraciones, pero, sin duda, se trata de un gran movimiento social, reflejo de hartazgos, cargado de razones. Subestimarlo es un error. Y ellos han de acatar, como todos, las reglas del sistema democrático, aunque sea para cambiarlas. La sociedad no puede quedar dividida entre quienes tienen empleo y los que no, como una forma de racismo. Los indignados no se irán con su música a otra parte, como Dalma. De hacerlo, volverán. Sólo puedo ser plenamente feliz si tú lo eres. Seámoslo juntos, en este siglo que nació dormido y que debe desperezarse.

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