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TRIBUNA

La despoblación en Castilla y León

Publicado por
JOSÉ LUIS GAVILANES LASO
León

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Puestos a encarar los peliagudos problemas que resolver en la comunidad de Castilla y León (CYL) -la región de mayor extensión de toda la Unión Europea (UE), pero, para su desgracia y de los que la habitamos, también mayor en otros ámbitos-, voy a centrarme en el de la despoblación. CYL es la comunidad autónoma que tiene el «privilegio» de ocupar en estos últimos años los primeros puestos de pérdida de población en España. Y no es que sobre personal en el territorio, puesto que su densidad de población es muy baja: 26 habitantes, frente a 84 de la media de España por km². Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en enero de 2011 CYL ocupó el primer lugar con 3.773 habitantes menos, contrastando con la media española que aumentó el 0,3% su población. Las previsiones del INE arrojan para el futuro una cifra demoledora: CYL habrá perdido, entre 2000 y 2019, 93.000 personas y se pasará de los aproximadamente 20.000 nacimientos anuales a los 16.500. Si en 1950 contaba con una población de 2.864.378, en 2005 bajó a 2.500.000. En 1977 teníamos el mismo número de habitantes que en 2010.

Es cierto que hace unos pocos años, por efecto de la inmigración extranjera, se produjo un leve repunte que se ha desvanecido con la crisis actual, pero que en modo alguno liberaba a CYL de su crónico estancamiento demográfico y de continuar siendo una de las sociedades más envejecidas de España. La inmigración camufló por unos años la despoblación de la región. Respecto al movimiento demográfico, ya en 2003 la tasa de natalidad en CYL (7,56 por mil) era muy inferior a la de España (10,50 por mil). En CYL nacieron el año pasado 20.110 niños y se produjeron 27.332 muertes. Se cierran escuelas, amplíanse los cementerios. Si ya en 2003 la tasa de envejecimiento era en España del 17% (porcentaje de mayores de 65 años con respecto a la población total), en CYL alcanzó el 23%. El consiguiente envejecimiento de la población provoca un crecimiento de los gastos sociales y sanitarios, al mismo tiempo que debilita el porcentaje de población activa en edad de trabajar y de producir.

El saldo demográfico negativo causante de la despoblación en CYL está directamente condicionado por su desarrollo económico. La despoblación tiene lugar en el medio rural. Este ámbito cuenta con 6.893 municipios, más de quinientos con menos de 100 habitantes que son prácticamente irrecuperables. Pese a su extensión territorial, CYL tiene en el contexto productivo nacional un escaso peso, tan sólo el 5,7%. Las actividades tradicionales agrícolas, ganaderas y forestales siguen siendo la base fundamental de la actividad económica del mundo rural. Esta dependencia casi exclusiva del sector primario fue la causa inicial de la reducción rápida de efectivos en el mundo rural y, en consecuencia, de su despoblación.

La pérdida de profesionales de la agricultura y de la ganadería no ceja. A esto se une que el 50% de la población activa del campo tiene más de 50 años y que los de menor edad no ven futuro en él. A ello se une el permanente éxodo de población joven en general, especialmente titulados y trabajadores cualificados, que empobrece la Comunidad, cuestiona su viabilidad demográfica para el futuro y les obliga a acampar en la plaza pública en señal de protesta. Por poner un ejemplo, en 2010 abandonaron CYL 18.5000 personas de edad entre 20 y 40 años.

Lo paradójico del caso es que, pese a los números negativos, CYL, o sea, «territorio arbitrariamente configurado, desproporcionado y desequilibrado», causó baja en el grupo de regiones de objetivo 1 de la UE el 1 de enero de 2007, por la «mejora de su nivel de desarrollo» que, en realidad, sólo afectaba a una parte muy exigua y centralizada del territorio. El objetivo 1 corresponde a los Fondos Estructurales destinados a aquellas regiones con un Producto Interior Bruto (PIB) inferior al 75% de la media comunitaria.

La pérdida del objetivo 1 ha traído aparejada la caída del 66% de los fondos estructurales (FEDER y Fondo Social Europeo) durante el sesenio 2007-"2013 respecto al de la programación anterior. CYL pasó de recibir 3.916 millones de euros entre 2000 y 2006 a tener únicamente asignados 1.331 a partir de este último año y hasta 2013.

En los períodos de grandes crisis se han producido procesos de ruralización, esto es, la gente de las ciudades huye al campo para, al menos, poder comer. Sin embargo, ahora, a pesar del paroxismo económico, parece que estamos asistiendo, al menos en CYL, a un cambio histórico radical: el fin de la cultura rural -que sucumbirá sin remedio cuando desaparezca la PAC- y la integración en la cultura post-industrial de la mano de la UE y de los llamados «mercados trasnacionales». El único futuro para rellenar el vacío agrícola y ganadero está en la emigración (rumanos, marroquíes, ecuatorianos...), personas venidas de condiciones más duras y pésimamente remuneradas, dispuestas a trabajar y vivir lejos de las comunidades urbanas y a tiempo de salvar de la despoblación a algunos pueblos donde el cerdo, las gallinas, la zanahoria o el pepino tienen horizonte. Eso si China no se dedica a producirlos o la bacteria escherichia coli real o ficticia no lo impide.

Yo no sé qué medidas hay que tomar para invertir la tendencia galopante a la despoblación. Se habla de incentivos a la natalidad, de turismo rural, agrupación de municipios, atracción de capital extranjero, industrialización in situ de la agricultura y ganadería, hasta de desaparición de las diputaciones... Ni soy político ni tengo vocación de ello ni me conviene para la salud. Lo que sí tengo muy claro es que, para su mejor gestión, hay que reordenar dividiendo comunitariamente este territorio excesivo de CYL, y no preservarlo tercamente en su indisolubilidad. Gracias al AVE, Ávila y Segovia son ya ciudades dormitorio de Madrid, cuyas respectivas Cajas desestimaron el «patriótico músculo» devengado por el Sr. Herrera o Herrese, fundiéndose con Caja Madrid. En Zaragoza hay más sorianos que en Soria. Del resto ya no tengo palabras porque ya las he gastado todas.